Compartir la nota por:

Dice en su Autobiografía J.G. Ballard: "Un factor importante del éxito de Crash en Francia fue la larga tradición de obras subversivas con que cuenta el país, que se remonta como mínimo a las novelas pornográficas del Marques de Sade y se extiende más recientemente desde los poetas simbolistas hasta las fantasías anticlericales de Céline y Genet. Estados Unidos ha tenido problemas con sus escritores más polémicos, como la Lolita de Nabokov, los Trópicos de Henry Miller y El almuerzo desnudo de William Burroughs".

El arte y la literatura han sido siempre subversivos, han sido en distintas épocas el gozne, el puente, entre un mundo ya obsoleto y el nacimiento de nuevas obras y cosmovisiones.

Como afirma Vilma Fuentes sobre el clima "políticamente correcto" que se vive en Francia, ya hasta Depardieu abandonó el país galo "porque no se puede decir nada".

Por supuesto, no queremos violencia verbal o física contra las mujeres o los grupos vulnerables. Sin embargo, si aplicáramos los criterios de hoy a las obras eróticas del pasado perderíamos el lado subversivo que les dio origen. Las fantasías eróticas de Sade, de Bataille o de García Ponce permiten crear, desde la transgresión, un espacio que muestra el lado subversivo de la psique. Ese espacio no admite límites, porque aceptarlos implicaría que no seamos capaces de ver nuestra sombra. A ver qué pasa.