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El mejor narrador mexicano del siglo XX, el escritor jalisciense Juan Rulfo, nació el 16 de mayo de 1917 a las cinco de la mañana. "Por la puerta se veía el amanecer en el cielo. No había estrellas. Sólo un cielo plomizo, gris, aún no aclarado por la luminosidad del sol. Una luz parda, como si no fuera a comenzar el día, sino como si apenas estuviera llegando el principio de la noche".

La familia de Rulfo estaba ligada al campo. Su padre era un pequeño propietario, en una época y un lugar difíciles -Jalisco en la época de los años veinte-, en que la ley no se aplicaba. Juan Nepomuceno Rulfo Vizcaíno, el padre de Juan, lo sabía. Temía lo peor y sus premoniciones se hicieron realidad. Le reprochó a Guadalupe Nava, que dañaba las cercas y abusaba de la pastura. Él lo asesinó en una emboscada cuando Juan era apenas un niño.

Su madre murió poco después. Entró al colegio Luis Silva y luego al seminario. Después entró a la Universidad de Guadalajara. Viajó mucho a la ciudad de México y en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM asistió como oyente a las clases de dos maestros sabios: Alfonso Caso y Justino Fernández. Ambos le enseñaron a apreciar nuestras raíces y nuestro pasado.

De 1936 a 1947 trabajó en la Secretaría de Gobernación. Los años siguientes fueron de recorridos por la República, ya que Rulfo trabajó para la fábrica de llantas Euzkadi, propiedad del filántropo vasco Ángel Urraza (hoy el Eje 6 jaja). En 1953 publicó El llano en llamas. Y en 1955 escribió su obra maestra, Pedro Páramo.

Jorge Luis Borges dijo que Pedro Páramo era una de las mejores novelas de la literatura latinoamericana y "aun de la literatura". Por su parte García Márquez afirmó de su obra que: "No son más de 300 páginas, pero son casi tantas, y creo que tan perdurables, como las que conocemos de Sófocles".

En Pedro Páramo, a través de la recreación del habla del pueblo, llega a una oralidad que sin embargo se manifiesta más en los silencios, en lo que no se dice; más en lo que se calla, que en lo que se afirma. Con palabras, Rulfo crea un mutismo, un mutismo propio de los indígenas y de los campesinos. Un mutismo de siglos.

Va el final de Pedro Páramo: "Pedro Páramo se apoyó en los brazos de Damiana Cisneros e hizo intento de caminar. Después de unos cuantos pasos cayó, suplicando por dentro; pero sin decir una sola palabra. Dio un golpe seco contra la tierra y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras".

Juan Rulfo: mexicano y universal.