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El día de la masacre en la Universidad Centroamericana - Foto: Foto: Especial

Los mártires de la UCA: testimonio de aquel 16 de noviembre

Mike MacDonald vivió el suceso como periodista encubierto, trabajando con la Comisión Independiente de Derechos Humanos de El Salvador y que finalmente fue deportado luego de la matanza protagonizada por el Ejército salvadoreño

Por: Jaime Luis Brito, Visitas: 1323

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Michael MacDonald, había nacido en New Scotia, provincia al oriente de Canadá, hace más de 40 años decidió trabajar en América Latina a favor de los derechos humanos, como católico identificado con la Teología de la Liberación. Unos meses antes de la masacre de la UCA, había viajado a El Salvador como periodista, aunque en realidad estaría apoyando las actividades de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de aquel país. Su trabajo era tomar fotografías de los actos violatorios de los derechos humanos por parte de las fuerzas armadas.

Hoy Miguel, como todo mundo lo conoce, vive en Tlapa, donde realiza trabajo a favor de las comunidades. Desde allá, en entrevista con Masiosare, habla de lo que vivió: “Supuestamente, la vida en las montañas de México es a menudo violenta y peligrosa. Pero recordar dónde estaba yo hace treinta años hoy, el jueves 16 de noviembre de 1989, pone la vida aquí en una perspectiva diferente”, dice de entrada.

Hace 30 años, “estaba viviendo y trabajando en El Salvador. Esa mañana del 16 de noviembre, recogí en un automóvil en la ciudad de San Salvador, al coordinador de la Comisión Independiente de Derechos Humanos de El Salvador. Él era el ‘coordinador’, no el ‘director’. Los siete directores anteriores de la Comisión habían sido asesinados o desaparecidos, por lo que se decidió que ‘director’ podría no ser el mejor título para usar”.

Retoma la narración: “Llevé al coordinador a la Universidad Centroamericana, porque durante la noche un grupo de soldados del Batallón Atlacatl de las Fuerzas Armadas de El Savador ingresó a la universidad y asesinó a seis sacerdotes jesuitas y una madre y su hija que trabajaban ahí. Los soldados que atacaron a estas personas, hicieron todo lo posible para hacer creer que los guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) habían sido los responsables del atentado, pero afortunadamente la verdad pronto se reveló.

“Estuvimos allí todo el día; luego, antes de que el toque de queda nocturno impuesto por el gobierno entrara en vigencia, llevé al coordinador a una parte diferente de San Salvador porque se estaba escondiendo de los escuadrones de la muerte”, narra este canadiense que trabajó durante varios años en Morelos, incorporado a proyectos de diálogo intercultural que heredaron Méndez Arceo e Iván illich.

“Al día siguiente lo llevé nuevamente a la universidad por el día, y el domingo 19 de noviembre lo llevé al funeral público en la universidad”, continúa y recuerda que aunque no había teléfonos celulares en esos días, “teníamos nuestras formas para coordinar esos viajes”. Y sigue: “El lunes 20 de noviembre, el gobierno amablemente me dio cinco días para salir del país; el representante del gobierno dijo que si no me iba, enfrentaría ‘encarcelamiento o algo peor’. Sabía muy bien lo que ‘algo peor’ podría significar en esa situación violenta e injusta”.

MacDonald concluye su narración: “Regresé a México el sábado 25 de noviembre de 1989. Eso fue hace treinta años; Los mártires jesuitas de El Salvador continúan alimentando mi espiritualidad, mis luchas, mis esperanzas. Descansen en paz mis amigos”, dice con un dejo de nostalgia.

 

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