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2020 "el año de la peste" - Foto: Foto: Fernanda Rojas/ObturadorMx

El camino de la vida: Enseñanzas del “año de la peste”

El 2020 nos ha mantenido en un confinamiento y distanciamiento físico de los otros; ni la ciencia, ni el tiempo, ni nada resolverán los problemas que nos vienen, sólo la humanidad será actora y responsable

Por: J. Enrique Álvadez Alcántara, Visitas: 981

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Este año que termina precisamente el día de hoy, año que nunca imaginamos que nos mantendría a muchos de nosotros en un confinamiento y distanciamiento físico de los otros; año en el cual percibimos e imaginamos como peligrosos a los demás, a aquellos que por necesidad, voluntad o creencias no asumieron el distanciamiento y confinamiento como opción; año cruento para más de cien mil fallecidos en México por las consecuencias de la presencia del virus que ahora en boca de cientos de millones de seres humanos se pronuncia con temor; cruento para muchos más, familiares de quienes perecieron; año dramático para quienes fueron portadores del virus y sus consecuencias y que pudieron sobrevivir con secuelas y temor, más de un millón de personas en nuestro país; en fin, este año que hoy cierra su ciclo arbitrario sin cerrar, a su vez, el miedo, la incertidumbre, la angustia o el temor, nos deja una ventana abierta para el próximo 2021, lleno de esperanza, deseos e intenciones de que por fin, se aleje también el riesgo de la enfermedad y la muerte.

Dice claramente mi amigo, el músico y poeta Isaías Alanís: “El tiempo pasa como las hojas, como el galope de un caballo, como las flores que se marchitan y regresan en la semilla y vuelven a florecer en algún resquicio de la eternidad…” y agrega lleno de esperanza y certidumbre: “Que así sea esta noche en que celebramos la llegada del Año Nuevo, y estar en paz con la gente que amamos y nos ama, y también con los que no comparten esta confraternidad”. Y, otra vez, reitera: “El tiempo vuela, y hay que estar preparados para todo, proteger nuestra salud como un tesoro, como una piedra imán del tamaño del amor. Que ninguna pandemia, del color y tamaño que sea nos doble. / Sin salud, no hay flores, sin flores, no hay semilla”.

Este año que concluye, año que tuvo como narrativa dominante la epidemia y pandemia del covid-19, y que no pudo cerrar otras narrativas, como la que se refiere a la violencia estructural que nos agobia desde hace ya varios decenios, expresada con asesinatos, secuestros, levantones, desapariciones forzadas, feminicidios, asaltos, qué sé yo; este preciso año 2020 que repuntó dentro de las fuentes epidemiológicas de la mortalidad al covid-19, sin desbancar realmente la violencia estructural como otra de las grandes causas de la mortalidad en el mundo y en nuestra nación, este preciso año cierra formalmente su presencia en nuestra conciencia.

Este año que concluye al llegar la media noche de este día 31 de diciembre dejará vacío un calendario de hojas desprendibles que, una a una, fueron arrancadas por las manos de quienes lo miraban pegado a la pared y se daban cuenta de lo inexorable que es la tiranía de Kronos.

Ahora, a partir de mañana tendrán sobre el mismo muro, otro calendario con hojas desprendibles que irán arrancando con sus manos, una a una, a lo largo del 2021, y así contar todos y cada uno de los días que contiene el nuevo año, y que transcurren sin detenerse.

Con el año nuevo, llenos de esperanza y fe, habrá quienes podrán creer que basta con cambiar ese calendario trágico y poner en su lugar otro, esperando que tan solo por ese hecho se aleje todo lo que ha ocupado el discurso del año 2020 y llegue, en lugar, otra serie de sucesos más benignos y generosos para nuestro hedónico deseo.

Muy recientemente, en el libro publicado bajo el título The Pandemic Century—AHistory of Global Contagion from the Spanish Flu to Covid-19: Cambridge, MA: Penguin. Pp.321. ISBN 9780753558287, y reseñado por Adam Matthews, en Postdigital Science and Education, se expresa lo siguiente:

“A dominant narrative of the 2020 Covid-19 pandemic has been that governments and institutions have been ‘guided by the science’ when making decisions to lockdown countries and regions and then subsequently lift restrictions and return to ‘business’ as usual. The singular ‘science’ has been used rhetorically to justify such decisions. Mark Honigsbaum’s The Pandemic Century—A History of Global Contagion from the Spanish Flu to Covid-19 (2020) is written as an archaeology of pandemic knowledge from the past 100 years. Honigsbaum’s detailed exploration shows that there is anything but one, stable, quantified truth to be found during a pandemic—aka ‘the science’.”

Una narrativa dominante de la pandemia de Covid-19 de 2020 ha consistido en que los gobiernos y las instituciones, justificando sus determinaciones políticas, han argüido que son "guiados por la ciencia" al tomar dichas decisiones.

Entre estas hemos visto bloquear países y regiones y luego levantar las restricciones y volver a las actividades económicas como de costumbre. Una vez que reaparece, o no se ha ido la epidemia, nuevamente justifican las mismas determinaciones.

La palabra "ciencia" se ha utilizado retóricamente para justificar tales decisiones.

Pues bien, “El siglo pandémico de Mark Honigsbaum”— Una historia del contagio global desde la gripe española hasta Covid-19 (2020) está escrita como una arqueología del conocimiento de las pandemias de los últimos 100 años. La exploración detallada de Honigsbaum muestra que hay algo menos que una verdad estable y cuantificada que se encuentra durante una pandemia, también conocida como 'la ciencia'.

Poco más o menos es lo que extraigo de esta idea de Adam Matthews.

Ahora bien, ¿qué sentido tiene presentar a ustedes, amables lectores, este día, estas ideas?

No tengo duda de ello, la presencia y consecuencias de la epidemia y pandemia del covid-19 no se irán desde hoy y, a partir de mañana, otras circunstancias nos compelerán a caminar ligeros y mirando un horizonte prometedor. Ello no será así.

Tampoco los otros males que nos han aquejado se irán para siempre de aquí a partir de la media noche.

No podemos esperar sentados o acostados, ilusoriamente imaginándolo, un mundo nuevo únicamente debido a la fuerza de Kronos o del puro transcurrir del tiempo.

Sé perfectamente que un dicho popular expresa que “el tiempo lo cura todo”, que debemos esperar, cargados de paciencia y esperanza, y solamente de ellas, llenos de fe, como lo hubiera hecho Job, la solución definitiva, de nuestras penurias y temores.

De modo similar, así con mayúsculas, pensaremos que “la ciencia”, al margen de la realidad económica, política, histórica y social, “resolverá” como una deidad o un demiurgo, nuestros problemas.

Si bien es cierto que a diferencia de las epidemias que han agobiado a la humanidad a lo largo de su historia y devenir, hoy el conocimiento científico aprovechado económica y políticamente tiene una vacuna en un periodo muy corto de tiempo, vacuna que promete reducir los costos de la presencia de la enfermedad y la muerte y, a su vez, también promete ganancias económicas estratosféricas para la industria químico-farmacéutica, no puedo dejar de reconocer que aún no cerraremos la presencia de esta “peste” ni, mucho menos, el génesis y desarrollo de otras “pestes”.

Tendremos que extraer como enseñanza de la presente que deberemos estar preparados para lo que dura la misma y para lidiar con las que se presenten a lo largo del tiempo.

Ni “la ciencia”, ni “el tiempo que todo lo cura”, ni deidades, fetiches o demiurgos, u hontanares del poder, se encargarán de resolver las cuestiones cruciales que como humanidad tenemos, únicamente nosotros, y nadie más, seremos los actores y responsables de ello.

Pese a la esperanza que en nosotros, los seres humanos, expongo aquí, no considero suficiente el argumento.

Hemos tenido otro aprendizaje contraparadójico que no puedo eludir u omitir aquí y ahora.

A contracorriente del discurso y determinaciones que proponen un “distanciamiento físico”, una “sana distancia”, un “confinamiento en nuestros hogares” y un “aislamiento y divorcio de lo público”, privilegiando lo particular y lo privado, considero que colectivamente, pese que fenomenológicamente parezca obvio que es excluyente, podremos reducir los efectos desfavorables de esta epidemia y pandemia.

Nunca, jamás, de ningún modo, de manera individual, particular y privada podremos afrontar con éxito esta y otras calamidades que hasta ahora nos han amenazado y agobiado.

Como colectividad, como grupo, a pesar de las decisiones de confinamiento y distanciamiento físico, encontraremos la llave para abrir las puertas y salir de este espacio para entrar en otros, con diferentes expectativas y sueños.

Como expresara en un elegante poema el Poeta Rudyard Kipling,

Si...

Si puedes mantener la cabeza en su sitio cuando todos a tu alrededor

la pierden y te culpan a ti.

Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,

pero también aceptas que tengan dudas.

Si puedes esperar y no cansarte de la espera;

o si, siendo engañado, no respondes con engaños,

o si, siendo odiado, no incurres en el odio.

Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.

Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;

Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;

Si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso,

y tratar a esos dos impostores de la misma manera.

Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,

tergiversada por villanos para engañar a los necios.

O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,

y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.

Si puedes apilar todas tus ganancias

y arriesgarlas a una sola jugada;

y perder, y empezar de nuevo desde el principio

y nunca decir ni una palabra sobre tu pérdida.

Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,

a cumplir con tus objetivos mucho después de que estén agotados,

y así resistir cuando ya no te queda nada

salvo la Voluntad, que les dice: "¡Resistid!".

Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud.

O caminar junto a reyes, sin menospreciar por ello a la gente común.

Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.

Si todos pueden contar contigo, pero ninguno demasiado.

Si puedes llenar el implacable minuto,

con sesenta segundos de diligente labor

Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,

y —lo que es más—: ¡serás un Hombre, hijo mío!

Solamente así, de esta manera, tendremos el futuro como alternativa…

Hasta la próxima.

 

 

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