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El camino de la vida: Neuropsicología

¿Qué ofrece la neuropsicología a nuestra sociedad contemporánea?, se pregunta el autor; explica a qué se refiere con neuropsicología

Por: J. Enrique Alvarez Alcántara, Visitas: 1015

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A quienes organizaron y participaron en el IV Congreso Iberoamericano de Neuropsicología

 

Exordio. La colaboración que hoy presento ante ustedes, estimados lectores que siguen El camino de la vida, parecerá, si no realizo una explicación clara y comprensible de lo que trata semejante término, una verdadera muestra de soberbia y vanidad inadmisibles.

El concepto que aparece en la interrogante con la cual inicio este breve artículo pudiera provocar en muchos lectores la idea de que se tratará aquí un asunto de carácter científico hermético y críptico, destinado a grupos de personas muy selectas y miembros de sectas y cofradías que sólo en cenáculos muy notables podrían discurrir sobre esta cuestión. Afortuadamente, como se verá, ello no es así.

Es muy cierto que nuestra época meritocrática (fudada en los certificados de “calidad”, avalados y regulados con un credencialismo “científico” promovido por las “comunidades científicas”) solicita que se exhiban, a modo de “títulos nobiliarios”, las credenciales y certificados que le permiten a uno expresar un conjunto de elementos de juicio sobre algunos segmentos de lo real y, de no poseerlas o mostrarlas, tanto quienes comparten cierta información como esta misma, serán objeto de descalificaciones y anatemas que los tratarán de expulsar como fuentes fidedignas de credibilidd y certeza y, de ser ello posible, refundirlos dentro de los espacios de la charlatanería.

Empero, no es el único yugo que se muestra ante nosotros; asimismo, la “infodemia” y los “atracones” de datos y datos que interfieren con los procesos del pensamiento y de la reflexión sobre nuestra propia realidad, hoy por hoy, nos exponen a ser objeto de opiniones, creencias, supuestos o emociones que, lejos de permitirnos reflexionar e interpretar críticamente lo real, nos hunden aún más en un marasmo o en un estado de estupor.

Bajo la argucia de la “libertad individual de expresión”, bajo el sofisma tornado en aforismo de que “cada cabeza es un mundo” y por ello es admisible que “todos tenemos la razón” y, por lo mismo, todos tenemos el “derecho de expresarnos”, nos hallamos más que frente a una comunicación fluida, ante un conjunto de “monólogos colectivos” que como en una “Torre de Babel”, nos confunden todavía más y nos colocan en un entorno incierto y desesperanzador.

Ante esta encrucijada, optar por el arnés “meritocrático” y “credencialista” o elegir el de la bervorrea y graforrea sin sentido, tratando de no quedar atrapados en el sinsentido, hay quienes se colocan en una “tercera opción”, a saber, anteponer a manera de máscara un término que purifique de la bervorrea y graforrea sin sentido los textos (orales, escritos o de cualquier otra modalidad)  que se comparten. De esta manera aparecen terminejos que apuntalándose, según sus usuarios, en “principios científicos”, se encuentran, en realidad, en el espacio de la bervorrea y graforrea sin sentido.

Es por ello que hoy, cual más (mercaderes, políticos, gobernantes, ideólogos, “influencers”, etcétera), embelezan sus discursos con arneses de esta naturaleza; por ejemplo, la palabra “ciencia”, sea utilizada como prefijo o sufijo, sirve de armadura que busca la protección salvífica (como lo han sido las batas blancas) de quienes pretenden propalar sus creencias. Podríamos adicionar en este mismo sentido, las palabras “experto”, “perito” y, faltaba más, “sabio”.

Pues bien –recordando al bardo Manuel Acuña—, el prefijo Neuro ocupa, hoy por hoy y sin duda alguna, un lugar cimero dentro de esta arena movediza con la que he iniciado este texto. Vgr, leemos o excuchamos Neurociencias (es quizás el concepto más recurrente en la actualidad y, como puede apreciarse, se compone de los escudos más poderosos en esta era, a saber: el prefijo Neuro y el sufijo Ciencias). ¡Vaya usted a saber qué es lo que se esconde tras ese –en realidad—Búnker!

¿Acaso hablamos de la neurología, psiquiatría, psicología?

Pero todavía más, podemos hallar términos como “Ciencias Cognitivas” o “Neuropsicología Cognitiva”; ¿Qué representan, semiótica o semánticamente, estos conceptos? ¿A que segmentos de la realidad se refieren?

Resolver estas cuestiones, como parece comprensible, demanda un ejercicio que trasciende la naturaleza y el espacio de este breve ensayo (aunque no suelen ser muy breves los textos que escribo), por ello sólo abordaré el de la Neuropsicología.

No quiero cerrar este prefacio sin señalar que el término Neuro aparece en otros campos con fines profilácticos; baste referir Neuroeducación, Neuro-oratoria, Neurocouching, Programación Neurolingüística y, ¡faltaba más! Neurosis.

Itero,  un verdadero pantano amenaza la exposición.

¿Qué es la neuropsicología? A rajatabla, “la Neuropsicología es una rama del conocimiento psicológico (para algunos, rama de las neurociencias) que encuentra sus orígenes en los vínculos entre lesiones diversas del encéfalo o sus enfermedades y las consecuencias psicológicas para la vida de la persona que sufre el daño, así como su entorno familiar. Tiene como propósitos fundamentales el diagnóstico, la investigación, la rehabilitación y la promoción del desarrollo de quienes sufrieron daños neurológicos, sean niños o adultos”. (J. Enrique Alvarez A, Temas Selectos de Psicología y Neuropsicología con un Glosario de Términos…, Letrame, Alicante, 2021, p. 352).

La Neuropsicología, como una rama del conocimiento psicológico, encuentra sus orígenes en los trabajos realizados en la otrora URSS por Alexander R. Luria; en Francia, por Julián Ajuriaguerra y Hécaen; en Alemania, por Kurt Goldstein y, en los Estados Unidos de América, por Donald O. Hebb. Estos personajes publicaron trabajos que utilizan el término Neuropsicología, sin embargo, exceptuando a A.R. Luria, ninguno lo refirió como una rama de la psicología.

En tratándose de América Latina, “made its way (…) during the second half of the twentieth century. Over the last three decades, it has shown outstanding growth and dynamism”; esto es, a partir de la segunda mitad del siglo XX. (Arango Lasprilla, Olabarrieta-Landa, et. al. History of Neuropsychology in Latin America. The Oxford Handbook of History of Clinical Neuropsychology. 2019. DOI: 10.1093/oxfordhb/9780199765683.013.57).

Estos investigadores la definen del modo siguiente: “Neuropsychology, a clinical psychology sub-specialty…”, es decir, es una subespecialidad de la psicología clínica.

Como vemos, pues, podemos concebir a la Neuropsicología como una rama del conocimiento psicológico y, considerando a los personajes que hemos referido, es posible sostener que surge a mediados del siglo pasado; ello implica reconocer que apenas cumplirá, como tal, tres cuartos de siglo, sin considerar los antecedentes reconocidos que se han mostrado por diversos autores en variados textos.

Las cusas que provocan daños al encéfalo son diversas: heridas de guerra, traumas de cráneo en accidentes diversos, enfermedades neurológicas o neuropsiquiátricas, tumores cerebrales, eventos vasculares cerebrales, intoxicaciones, problemas al nacimiento o perinatales tales como sufrimiento fetal agudo o asfixia neonatal, etcétera. Las etapas durante el desarrollo de la persona que pueden sufrir estos eventos abarcan desde antes del nacimiento, durante el nacimiento, la infancia, adolescencia, edad adulta o el envejecimiento. De igual modo, los lugares, áreas o partes enfálicas afectadas suelen ser diversas.

Por lo que recién se expuso en el párrafo último, las consecuencias que acarrean los daños cerebrales varían de persona en persona, aún y cuando, puedan tener rasgos y características similares en cuanto a taxonomía o clasificación las secuelas o consecuencias.

Por otro lado, conviene resaltar el hecho de que la persona que sufre el “Daño Cerebral” vive, actúa, se comporta e interactúa dentro de diversos contextos socioculturales y sistémicos; sea familiar, de pareja, escolar, trabajo, etcétera. En este sentido, las consecuencias del “Daño Cerebral” afectan no únicamente a quien lo sufre, sino a las personas que forman parte de los sistemas de relaciones socioculturales, pues sus relaciones, actuaciones, actividades y tareas se afectan.

Esta cadena de efectos derivan de las conscuencias que tengan en sentido psicológico (procesos psicológicos superiores –atención, memoria, pensamiento, lenguaje, sentimientos, emociones, afectos, razonamiento, etcétera--) y que impactarán la vida de sistemas familiares y colectivos completos.

Por lo esbozado apenas es posible afirmar que la Neuropsicología ocupa un lugar cimero en nuestra época porque permite identificar o diagnosticar las consecuencias de los diversos eventos que impactan desfavorablemente el cerebro y sus resultantes psicológicas, así como diseñar programas de rahabilitación dentro de estos ámbitos de acción.

Hoy mismo, además de las consecuencias físicas, económicas, políticas y psicológicas (tanto en sentido personal como colectivo) de la pandemía de COVID-19, podemos reconocer que hay también resultantes neuropsicológicas, más allá de la anosmia o de la ageusia, fenómenos insólitos antaño, presentes durante esta epidemia.

Como vemos pues, la Neuropsicología viene montada en caballo de hacienda y ocupa más espacios en nuestra cultura y expectativas.

Hace casi ya medio siglo, nadie, salvo algunas excepciones, sabían y hablaban de la Neuropsicología. Hoy, parece merecer los lugares que viene progresivamente ocupando, no solo en la clínica y la vida hospitalaria, sino en las prácticas forenses, escolares y educativas y, desde luego, la reflexión filosófica.

 

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