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Monumento a Karl Marx en Chemnitz, Alemania - Foto: Especial

El Camino de la Vida: Marx/y II

Segunda y última parte del texto “Vigencia de la obra de Karl Marx, a 204 años de su nacimiento”, escrito por Enrique Álvarez

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 473

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Presentación. Dando continuidad a la primera parte de este texto trataré, en principio, de sintetizar lo que abordamos previamente y así encuadrar lo que prosigue.

Hube comenzado con la afirmación de que en la actualidad es objeto de discusión si las ideas de Karl Heinrich Marx, a más de siglo y medio de haber sido expuestas, son vigentes y valiosas para interpretar nuestro mundo contemporáneo y si, efectivamente, son valiosas también para disciplinas y prácticas tales como el Derecho, la Filosofía, la Economía, la Política, la Psicología o la Sociología, entre otras más.

Subrayé el hecho de que a raíz de la caída del Muro de Berlín y con ello del bloque completo de países que conformaron el Pacto de Varsovia y el Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME) –de los países del “Socialismo Realmente Existente”, es decir, de las naciones que conformaron el bloque soviético—, durante la última década del siglo XX, se propaló por el mundo la especie de que el socialismo, el comunismo y su sustento fundado en las ideas y pensamiento de Karl Marx y Federico Engels —léase el “Marxismo”— se hallaban liquidados históricamente y habían fracasado rotundamente.

También afirmé que si bien, ciertamente, habían caído estrepitosamente el Muro de Berlín, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y los Estados socialistas de Europa Oriental y, con ellos, el “Socialismo Realmente Existente”, era comprensible que el “Ideal Socialista”, como opción y alternativa a las irresolubles contradicciones y calamidades del capitalismo dentro de sí mismo —independientemente de los rostros con los cuales pretenda enmascararse—, mantenía su legitimidad y los fundamentos planteados por Karl Marx y Federico Engels en El Manifiesto del Partido Comunista (1848) permanecían vigentes.

Empero, aún más, sostuve que la tesis del fracaso y pérdida de legitimidad y vigencia de las ideas de Karl Marx es inadmisible bajo estos supuestos dado que el pensamiento y obra de Karl Marx, en ninguna circunstancia, puede reducirse al Manifiesto del Partido Comunista.

Asimismo, subrayé que la primera gran aportación de Marx al estudiar críticamente la Filosofía del Derecho de Hegel consiste en la distinción clara de las cualidades del Estado Moderno con respecto a los Estados Feudales y Monárquicos.

Finalmente, como punto de llegada para la primera parte de esta reflexión, la cual, a su vez, se torna en el punto de partida de este segundo apartado, consistió en plantear el problema crucial, bajo mi punto de vista, de la “Autorrealización humana” en nuestra sociedades —cabe destacar aquí el hecho de que este concepto trascendental ocupa la cúspide de una pirámide (la pirámide de la esfera motivacional y de intereses propuesta por Abraham Maslow) que representa la estructura motivacional de la personalidad— y que contempla dentro de sí las categorías de conciencia (ser en sí), autoconciencia (ser para sí) y alienación (como fenómeno social).

La obra de Karl Marx, a partir de 1845. Habiendo diferenciado los rasgos y características del Estado y la Sociedad Civil; como resalta David Leopold,

Para Hegel, el individualismo específico de la modernidad que se desarrolla en la sociedad civil presenta tres dimensiones principales: los individuos modernos se dan cuenta de que tienen intereses particulares (diferentes tanto de los intereses particulares de los otros como del bien común de la comunidad); además, son “personas” que poseen derechos individuales, a la propiedad entre otros; y son “sujetos”, fuentes independientes de evaluación moral que obtienen valor y capacidad de comprensión al actuar de tal modo que su conciencia personal, sus propósitos y su forma de pensar quede reflejada (…) De hecho, este es uno de los rasgos claves que se supone que diferencia a la ciudadanía moderna de la antigua. “En nuestros Estados modernos”, insiste Hegel, “los ciudadanos participan de forma limitada en el negocio universal del Estado”. La participación política se limita a pagar impuestos, a involucrarse en los debates públicos y, (de forma restringida) a votar (para elegir a los representantes que serán enviados a una asamblea estatal que ejerce una influencia limitada sobre la legislación). (… En fin…)  Tanto los ciudadanos del Estado hegeliano como los modernos, además de tener escasas oportunidades de participación, cuando las tienen actúan como individuos motivados por intereses particulares (no como miembros de una comunidad interesada por el bien común).

En este sentido, Marx reconoce el acierto de Hegel al haber introducido las categorías de conciencia y autoconciencia, además de diferenciar claramente la “alienación objetiva” de la “alienación subjetiva” en la ciudadanía de los Estados modernos o dentro de la sociedad civil. Además, justo es decirlo, “Hegel afirma que existen condiciones objetivas y subjetivas para superar la alienación. Es decir, que la alienación dejará de existir cuando el mundo social favorezca (objetivamente) la autorrealización de los individuos, y los individuos comprendan (subjetivamente) que esto ha sucedido efectivamente”.

Marx lo expresará del modo siguiente en La Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel:

La crítica de la filosofía alemana del derecho y del estado, que ha encontrado en Hegel su expresión última, la más consecuente y la más rica, es ambas cosas a la vez; tanto el análisis crítico del Estado moderno y de la realidad que con él guarda relación como la resuelta negación de todo el modo anterior de la conciencia política y jurídica alemana, cuya expresión más noble, más universal, elevada a ciencia, es precisamente la misma filosofía especulativa del derecho. Si la filosofía especulativa del derecho, este pensamiento abstracto y superabundante del Estado moderno, cuya realidad sigue siendo un más allá, aunque este más allá sólo se halle al otro lado del Rin, sólo podía darse en Alemania, a su vez y a la inversa la imagen alemana, conceptual, del Estado moderno, abstraída del hombre real, sólo era posible porque y en cuanto que el mismo Estado moderno se abstrae del hombre real o satisface al hombre total de un modo puramente imaginario. En política, los alemanes han pensado lo que otros pueblos han hecho. Alemania era su conciencia teórica. La abstracción y la arrogancia de su pensamiento corrían siempre parejas con la limitación y la pequeñez de su realidad. Por tanto, si el statu quo del Estado alemán expresa la perfección del antiguo régimen, la consumación de la pica clavada en la carne del Estado moderno, el statu quo de la conciencia del Estado alemán expresa la imperfección del moderno Estado, la falta de solidez de su carne misma.

Sin embargo, al parecer, las sociedades o los Estados modernos no permiten la superación de las condiciones que mantienen tanto la “alienación objetiva” como la “alienación subjetiva”.

Considerando la contradicción irresoluble entre los intereses del Estado moderno y la Sociedad civil, la posibilidad real de la superación de la alienación y del logro de la autorrealización humana requerirá de la transformación real de la sociedad y Estado modernos.

En este sentido, Marx se percata de que la finalidad de los esfuerzos críticos de Hegel no consiste en transformar el mundo social moderno, sino en cambiar la percepción que los miembros de la sociedad tienen de este mundo social. Es decir, mediante la transformación de la “Alienación subjetiva” a través de la percepción, también subjetiva, según Hegel, podría lograrse la autorrealización humana.

Otra vez expresará David Leopold,

El joven Marx no es culpable, en otras palabras, de no entender las ideas de Hegel, sino de no compartirlas. Quizá el desacuerdo sea incluso más profundo de lo que parece. Marx no solo niega que la alienación objetiva haya sido superada en el mundo social moderno, sino que además sospecha de la categoría de alienación subjetiva pura (…) Para Hegel, en el mundo social moderno la alienación subjetiva está muy extendida mientras que la objetiva se encuentra ausente. Marx es mucho menos optimista. Para él, el hecho de que la alienación subjetiva esté tan extendida indica que la objetiva no ha sido vencida todavía.

Ergo, esta debe ser derrotada objetivamente…

En aras de hallar la solución real al problema planteado por Hegel, Feuerbach y otros filósofos alemanes, Karl Marx se abocará, junto con su camarada Friedrich Engels, también en el año de 1845/1846, a publicar el libro La Ideología Alemana, cuyo subtitulado muestra claramente lo que hemos venido describiendo: Crítica de la novísima filosofía alemana en las personas de sus representantes Feuerbach, B. Bauer y Stirner, y del socialismo alemán en las de sus diferentes profetas. Publicado por vez primera por David Riazanov en 1931.

Este texto aborda claramente tres categorías que desde ese entonces flotaban como espesa nube en Europa, refiero aquí los términos “Humanismo”, “Socialismo” y “Comunismo”, además y por supuesto, la categoría de “Ideología”.

En tratándose de esta última categoría, Marx y Engels, en la primera parte de la Ideología Alemana lo expondrán de esta manera,

La producción de las ideas, las representaciones y la conciencia aparece, al principio, directamente entrelazada con la actividad material y el trato material de los hombres, como el lenguaje de la vida real. La formación de las ideas, el pensamiento, el trato espiritual de los hombres se presentan aquí todavía como emanación directa de su comportamiento material. Y lo mismo ocurre con la producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc., de un pueblo. Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero se trata de hombres reales y activos tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el trato que a él corresponde, hasta llegar a sus formas más lejanas. La conciencia [das Bewusstsein] jamás puede ser otra cosa que el ser consciente [das bewusste Sein], y el ser de los hombres es su proceso de vida real. Y si en toda la ideología, los hombres y sus relaciones aparecen invertidos como en la cámara oscura, este fenómeno proviene igualmente de su proceso histórico de vida, como la inversión de los objetos al proyectarse sobre la retina proviene de su proceso de vida directamente físico. (K. Marx y F. Engels, La Ideología alemana, Feuerbach, Oposición entre las concepciones materialista e idealista —Primer Capítulo de La Ideología Alemana).

Como se apreciará claramente, el trayecto desde la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel (1844) hacia El Manifiesto del Partido Comunista (1848), no obedece a una “ruptura epistemológica” entre el “Marx Maduro” y el “Marx Joven”; más bien mantiene una línea de conducción centrada en la “autorrealización humana” dentro de las condiciones materiales —léase históricas— de existencia de los seres humanos, idea que se hace explícita en el libro de La Ideología Alemana (1845/1846) desde su capítulo primero.

Luego entonces, en el centro del objeto de análisis a lo largo de esta tendencia se encuentran los seres humanos y su autorrealización, superando la versión ideológica de la filosofía alemana, y accediendo a un proceso de desarrollo desde la conciencia a la autoconciencia, superando la “alienación objetiva” mediante la construcción histórica de una herramienta sociohistórica que pone en el centro del debate al humanismo, el socialismo y el comunismo.

El Manifiesto del Partido Comunista (1848). En el inicio del propio texto aparecen estas expresiones que resume la trayectoria que he descrito en el apartado precedente:

Un espectro se cierne sobre Europa: el espectro del comunismo. Contra este espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes (…) No hay un solo partido de oposición a quien los adversarios gobernantes no motejen de comunista, ni un solo partido de oposición que no lance al rostro de las oposiciones más avanzadas, lo mismo que a los enemigos reaccionarios, la acusación estigmatizante de comunismo (1843).

En el prólogo que firma Friedrich Engels, en la edición alemana de 1883, expone de manera clara el propósito de este Manifiesto.

La idea central que inspira todo el Manifiesto, a saber: que el régimen económico de la producción y la estructuración social que de él se deriva necesariamente en cada época histórica constituye la base sobre la cual se asienta la historia política e intelectual de esa época, y que, por tanto, toda la historia de la sociedad -una vez disuelto el primitivo régimen de comunidad del suelo- es una historia de luchas de clases, de luchas entre clases explotadoras y explotadas, dominantes y dominadas, a tono con las diferentes fases del proceso social, hasta llegar a la fase presente, en que la clase explotada y oprimida -el proletariado- no puede ya emanciparse de la clase que la explota y la oprime -de la burguesía- sin emancipar para siempre a la sociedad entera de la opresión, la explotación y las luchas de clases; esta idea cardinal fue fruto personal y exclusivo de Marx .

Asimismo, en el prólogo firmado por Marx y Engels a la edición alemana de 1872, expresan categóricamente,

Por mucho que durante los últimos veinticinco años hayan cambiado las circunstancias, los principios generales desarrollados en este Manifiesto siguen siendo substancialmente exactos. Sólo tendría que retocarse algún que otro detalle. Ya el propio Manifiesto advierte que la aplicación práctica de estos principios dependerá en todas partes y en todo tiempo de las circunstancias históricas existentes (…) Huelga, asimismo, decir que la crítica de la literatura socialista presenta hoy lagunas, ya que sólo llega hasta 1847…

Como podemos apreciar, tanto Marx como Engels eran conscientes de los alcances, límites y legitimidad de los principios subyacentes a la obra misma.

Hoy mismo, en este año 2022, más de 150 años después, escuchamos como si fueran novísimas expresiones, las precauciones sugeridas por los autores del Manifiesto y, más aún, las profieren como sentencias o epitafios que se proponen mandar al cementerio de las osamentas o las cenizas, los principios que gozan de cabal salud, confundiéndolos con los contextos adyacentes de otra época histórica.

Debemos también considerar que desde los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 Marx apuntaba clara y nítidamente el asunto de las condiciones de vida de los obreros al valorar la cuestión del salario, la antítesis de capital y trabajo, la propiedad privada y el trabajo y. desde luego, el trabajo enajenado; elementos de juicio que sustenta las premisas esenciales del Manifiesto del Partido Comunista. Nada que ver con una “Ruptura epistemológica”.

Un poco más allá del análisis político/económico de la relación entre capital y trabajo, fundamentado en los aportes de la economía clásica inglesa –Adam Smith y David Ricardo— que se perciben claramente en el Manifiesto del Partido Comunista, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, desbroza el fenómeno trascendente del trabajo enajenado como un fenómenos que tiende a la deshumanización del obrero, a su conversión en una pieza más de la producción capitalista, es decir, a la alienación o enajenación.

Marx lo expresará de este modo en el texto que comentamos ahora:

Hemos partido de los presupuestos de la Economía Política. Hemos aceptado su terminología y sus leyes. Damos por supuestas la propiedad privada, la separación del trabajo, capital y tierra, y la de salario, beneficio del capital y renta de la tierra; admitamos la división del trabajo, la competencia, el concepto de valor de cambio, etc. Con la misma Economía Política, con sus mismas palabras, hemos demostrado que el trabajador queda rebajado a mercancía, a la más miserable de todas las mercancías; que la miseria del obrero está en razón inversa de la potencia y magnitud de su producción; que el resultado necesario de la competencia es la acumulación del capital en pocas manos, es decir, la más terrible reconstitución de los monopolios; que, por último; desaparece la diferencia entre capitalistas y terratenientes, entre campesino y obrero fabril, y la sociedad toda ha de quedar dividida en las dos clases de propietarios y obreros desposeídos (…) La Economía Política parte del hecho de la propiedad privada, pero no lo explica. Capta el proceso material de la propiedad privada, que esta recorre en la realidad, con fórmulas abstractas y generales a las que luego presta valor de ley. No comprende estas leyes, es decir, no prueba cómo proceden de la esencia de la propiedad privada. La Economía Política no nos proporciona ninguna explicación sobre el fundamento de la división de trabajo y capital, de capital y tierra. Cuando determina, por ejemplo, la relación entre beneficio del capital y salario acepta como fundamento último el interés del capitalista, en otras palabras, parte de aquello que debería explicar. Otro tanto ocurre con la competencia, explicada siempre por circunstancias externas. En qué medida estas circunstancias externas y aparentemente casuales son sólo expresión de un desarrollo necesario, es algo sobre lo que la Economía Política nada nos dice. Hemos visto cómo para ella hasta el intercambio mismo aparece como un hecho ocasional. Las únicas ruedas que la Economía Política pone en movimiento son la codicia y la guerra entre los codiciosos, la competencia.

Dada la incapacidad de la economía política inglesa para explicar y comprender lo que no explica, Marx elonga el análisis hasta llegar a la siguiente conclusión:

Todas estas consecuencias están determinadas por el hecho de que el trabajador se relaciona con el producto de su trabajo como un objeto extraño. Partiendo de este supuesto, es evidente que cuánto más se vuelca el trabajador en su trabajo, tanto más poderoso es el mundo extraño, objetivo que crea frente a sí y tanto más pobres son él mismo y su mundo interior, tanto menos dueño de sí mismo es. Lo mismo sucede en la religión. Cuanto más pone el hombre en Dios, tanto memos guarda en sí mismo. El trabajador pone su vida en el objeto, pero a partir de entonces ya no le pertenece a él, sino al objeto. Cuanto mayor es la actividad, tanto más carece de objetos el trabajador. Lo que es el producto de su trabajo, no lo es él. Cuanto mayor es, pues, este producto, tanto más insignificante es el trabajador. La enajenación del trabajador en su producto significa no solamente que su trabajo se convierte en un objeto, en una existencia exterior, sino que existe fuera de él, independiente, extraño, que se convierte en un poder independiente frente a él; que la vida que ha prestado al objeto se le enfrenta como cosa extraña y hostil.

Entonces, aparecen hasta el Manifiesto, al decir de Lenin, las Tres Fuentes y Tres Partes Integrantes del Marxismo; la Filosofía alemana, la Economía Política inglesa, y el Socialismo francés.

No tengo duda que hay una continuidad y un desarrollo integrador de las ideas y experiencias en un proyecto que sigue siendo vigente a la luz de la incapacidad histórica del Modo de Producción Capitalista –independientemente de los “ajustes con rostro humano” con los cuales se pretenda maquillar— de permitir el desarrollo fuera de las relaciones de dominio/subordinación y superando la explotación del ser humano, así como su alienación objetiva y subjetiva.

Si hacemos un alto aquí para exponer algunas conclusiones podremos plantear que:

Si bien, ciertamente, cayeron estrepitosamente el Muro de Berlín, la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y los Estados socialistas de Europa Oriental y, con ellos, el “Socialismo Realmente Existente”, es comprensible que el “Ideal Socialista”, como opción y alternativa a las irresolubles contradicciones y calamidades del capitalismo dentro de sí mismo —independientemente de los rostros con los cuales pretenda enmascararse—, mantiene su legitimidad y los fundamentos planteados por Karl Marx y Federico Engels en El Manifiesto del Partido Comunista (1848) permanecían vigentes.

Otra ocasión abordaremos el enorme trabajo de El Capital, empero, por ahora, considero que estas reflexiones compartidas son suficientes para sustentar la legitimidad de la obra y pensamiento de Karl Heinrich Marx para interpretar la realidad socio/política que afrontamos.

 

 

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