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El Camino de la vida: Universidad/II

Notas sobre los orígenes y el desarrollo de los Movimientos Universitarios en México a lo largo de los siglos XX y XXI

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 748

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Exordio: Dando continuidad a nuestra colaboración precedente presento ahora, en esta segunda parte, el mismo objeto de análisis, pero ahora bajo la mirada de las “Movimientos Universitarios”; ello obedece al hecho de que la disputa por la universidad pública y autónoma ahora mismo está a flor de piel. Debo recordar a ustedes, amables lectores, que la información contenida en este teto, lo mismo que la anterior, proviene del libro de ensayos Historias de vida y algo más, de mi autoría (Fondo Editorial Latinoamericano BookYachay, Huancayo, Perú, 2018).

La historia de la lucha ideológica y política en torno al carácter, naturaleza y misión de las Universidades y, más particularmente, de los Movimientos Estudiantiles en América Latina y en México, es muy añeja; bástenos referir, por ejemplo, que:

“El primer movimiento estudiantil en América Latina parece haber sido el que tuvo lugar en Puebla, durante el año de 1647, cuando el Virrey Arzobispo Palafox y Mendoza, al instrumentar su reforma educativa y eclesial regalista, tuvo problemas con la orden de los jesuitas a quienes se pretendía limitar su participación en la educación popular. Fue entonces cuando los alumnos de los jesuitas, muchos de ellos hijos de empresarios coloniales o futuros cuadros de la administración novohispana, protestaron y dieron principio a una larga lucha estudiantil que se extendió por seis años y que terminó con la derrota del jerarca”. (Pérez Cruz, J. E. Las luchas estudiantiles en México. En: Cuadernos de Educación Sindical, 90).

Pese a la larga cauda que posee la historia de estos dos fenómenos –la lucha ideológica y política en torno al carácter, naturaleza y misión de las Universidades y la que respecta a los Movimientos Estudiantiles en América Latina y en México-, no nos proponemos presentar aquí una extensa, por demás innecesaria para nuestros propósitos, cronología historiográfica de sucesos y eventos que a lo largo de más de tres centurias pueden mostrarnos nítidamente esta cuestión. Tenemos como objetivo fundamental realizar una breve exposición sobre el desarrollo de estas cuestiones durante el siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, en nuestro país.

Otra vez, según expresa Pérez Cruz:

“Desde la etapa medieval y hasta la actualidad, las movilizaciones estudiantiles han sido una constante en todos los países del mundo. Históricamente han sido los medios de súbita expresión del descontento de ese sector ante la imposibilidad, en no pocas ocasiones, de dialogar u obtener una respuesta ponderada y convincente por parte de las autoridades académicas o gubernamentales de los respectivos países en donde éstas se llegan a producir”.

Ya veremos, a lo largo de este documento, que cuando utilizamos la expresión Movimiento Universitario consideramos tanto a los Movimientos Estudiantiles como a los Movimientos Sindicales; sin embargo, no siempre los primeros son conducidos por los propios estudiantes, unas veces han sido conducidos por las trabajadores que se organizan sindicalmente y halan grandes movimientos –como Movimientos Sindicales-- y, en muy pocos y contados casos, ha sido el liderazgo y carisma de quienes presiden las universidades.

Es necesario considerar que “los estudiantes”, como sujetos sociales, deben ser descritos y comprendidos como entes atados a una temporalidad clara, pues viven un estado de transición entre las obligaciones meramente académicas y las actividades profesionales; todos los estudiantes universitarios ingresan a las universidades con el firme propósito de egresar de éstas y, naturalmente, dejar de ser estudiantes. Se es estudiante por un periodo de tiempo y se deja de serlo para cumplir otras responsabilidades sociales. Se ingresa, en fin, como estudiante, para dejar de serlo en un tiempo perentorio.

No podemos obviar, desde luego, que algunos estudiantes --antes de ingresar a las Instituciones de Educación Superior, una vez que lo hicieron o, una vez que egresaron de la vida universitaria--, han formado parte de Movimientos Sociales de naturaleza política diversa y, a su vez, han sido importantes dirigentes estudiantiles en los Movimientos Estudiantiles o Universitarios; empero, tales filiaciones no permiten explicar los orígenes, desarrollo y declinación de los grandes Movimientos Estudiantiles o Universitarios, tales como los de 1929-1934, 1968 o 1971.

De modo distinto a muchos otros sujetos sociales (i.e. los obreros, campesinos, colonos, trabajadores en general, etc.), que pudiera considerarse que tenían una vida más larga y permanente --pues hoy por hoy la vida laboral es incierta y la vida en el campo es expulsora de flujos migratorios--, en el caso de los estudiantes podemos reconocer un periodo transitorio de existencia. Éste sector, como grupo social, conforma un grupo transitorio, dinámico y complejo, cuya característica esencial es la de ser sujetos de un proceso formativo y, en última instancia, futuros profesionistas o cuadros que se insertan a la dinámica social para su funcionamiento en diversos ámbitos del conocimiento técnico, científico o socio-humanístico. Es claro que este carácter de transitoriedad de una situación a otra, también conlleva el cambio de intereses y actividades de diversa naturaleza.

Considerando lo que recién hemos expresado, podemos concebir que los Movimientos Estudiantiles son: a) Movimientos Sociales; b) los protagonizan, fundamentalmente, estudiantes; c) surgen y se desarrollan en los centros educativos; d) pugnan por la solución de diferentes demandas, tanto de naturaleza universitaria como de cualesquiera otra índole; e) generalmente tienen una perspectiva propia o autónoma con respectos a las autoridades universitarias, y f) tienen una dimensión espacio-temporal o coyuntural acotada.

De la misma manera, los Movimientos Estudiantiles han sido, a lo largo de la historia, semilleros de cuadros políticos, académicos, científicos y culturales; bástenos revisar las listas de los dirigentes estudiantiles a lo largo del siglo XX y reconoceremos diversos personajes que a la postre ocuparon cargos o puestos políticos, académicos, científicos o culturales.

También, debemos reconocerlo, tales Movimientos Estudiantiles o Sindicales permiten conocer e identificar a «los Rectores» y el lugar que han ocupado a lo largo de los mismos y, simultáneamente, muestran con bastante nitidez sus prácticas, convicciones y concepciones sobre la función social de las universidades, los Movimientos Estudiantiles, los Movimientos Universitarios y los Movimientos Sociales. Adicionalmente, luego de mirar el lugar que ocupan los Ex-Rectores en las estructuras de gobiernos de diferente nivel, una vez concluido sus periodos al frente de las universidades, podemos reconocer que el Estado ha sido quien aprovecha la experiencia de algunos de ellos para “premiarlos” por el papel jugado durante dichos movimientos o para utilizarlos como cuadros a su servicio.

Es importante, por otro lado, reconocer que los Movimientos Estudiantiles, como Movimientos Sociales, trascienden las fronteras de las universidades y contemplan otras instituciones educativas; como muestra fehaciente podemos considerar los Movimientos Estudiantiles de las Escuelas Normales, de las Escuelas Normales Rurales, de las Escuelas de Agronomía, etc. Del mismo modo, los Movimientos Estudiantiles han trascendido, muchísimas veces, las fronteras de las demandas de carácter estudiantil o educativas y se han internado en las demandas sociales más ingentes y de naturaleza económico-política, de modo que el Estado y los diferentes gobiernos que lo encarnan han reprimido salvajemente a los estudiantes, los Movimientos Estudiantiles, a sus dirigentes y, desde luego, a las propias instituciones educativas

Ahora bien, debemos admitir que, las Luchas Estudiantiles, los Movimientos Estudiantiles y los Movimientos Universitarios han sido sólo parcial y excepcionalmente estudiadas. Por ello siempre que se habla de los Movimientos Estudiantiles llegan a nuestra memoria fechas insignes o destacadas, entre éstas podemos señalar los años de 1929, 1933, 1944, 1956, 1958, 1966, 1968, 1971, 1987, 1999 y 2000; pero se omiten las fechas de otros movimientos tales como los de carácter sindical. Asimismo, acuden a nuestra memoria entidades tales como Chihuahua, Guadalajara, Monterrey, Sinaloa, Michoacán, Puebla, Guerrero, Oaxaca y la Ciudad de México, entre otras. De manera inevitable, también acuden en tropel, nombres y nombres de mártires de los Movimientos Estudiantiles o Universitarios.

Ahora bien, tomando en cuenta que el objeto de este documento no es, propiamente dicho, hacer un análisis historiográfico de los Movimientos Estudiantiles o Universitarios a lo largo de la historia nacional, o a lo largo de un periodo determinado, sino que nos proponemos analizar un conjunto de problemas que definen el carácter, naturaleza y misión de las Instituciones de Educación Superior, pasaremos a elucidar estas cuestiones.

 

Nota Uno. Lucha ideológica y política en torno al Carácter, Naturaleza y Misión de las Universidades

 

No es necesario, reitero, revisar la historiografía en torno a tal asunto; bástenos referir, a guisa de ejemplo, el famoso debate entre Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano al respecto.

Tengamos presente que esta discusión se encontraba dentro de la vorágine posrevolucionaria en nuestro México de los años 20’s y 30’s del siglo XX.

En medio de este conflicto ideológico-político muchos intelectuales, académicos y políticos empezaron a preguntarse cuál era el papel que las Universidades debían desempeñar en este contexto. Estas inquietudes se hicieron patentes durante el Primer Congreso de Universitarios Mexicanos, realizado el mes de septiembre de 1933, con el establecimiento de la mesa de trabajo sobre la “Posición ideológica de la Universidad frente a los problemas sociales del momento. Importancia social de la Universidad en el momento actual” (Rodríguez Ramos, Carlos Erasmo. La educación socialista y la UNAM: Polémica Caso-Lombardo. Expediente Ultra - 20 oct, 2015. Cortesía Revista Estepario).

El Congreso, que estaba formado por académicos (estudiantes y profesores) de numerosas universidades del país, buscaba discutir y acordar respuestas a temas cruciales para estas instituciones; dentro de estos problemas podemos enunciar tres: 1) ¿Cuál debería ser la postura ideológica de la universidad?, 2) ¿Cuál debería ser la postura de la Universidad ante los grande Problemas Nacionales?, y 3) ¿Cuál es la importancia de la Universidad en el mundo actual?

Con el propósito de analizar esta cuestión y elaborar una propuesta al Congreso se integró la Segunda Comisión, presidida por Vicente Lombardo Toledano, Comisión que presentó las siguientes conclusiones:

“1a Las Universidades y los Institutos de carácter Universitario del país tienen el deber de orientar el pensamiento de la nación mexicana; 2a Las Universidades y los Institutos de carácter Universitario de la nación mexicana contribuirán, por medio de la orientación, de sus cátedras y de los servicios de sus profesores y establecimientos de investigación, en el terreno estrictamente científico, a la sustitución del régimen capitalista por un sistema que socialice los instrumentos y los medios de la producción económica” (Hernández  Luna, L. Polémica de Caso contra Lombardo sobre la Universidad).

Al ser presentadas y expuestas estas conclusiones, Antonio Caso manifestó su desacuerdo con las mismas y presentó su punto de vista, caracterizado esencialmente por lo siguiente:

“La Universidad de México es una comunidad cultural de investigación y enseñanza; por tanto, jamás preconizará oficialmente, como persona moral, credo filosófico, social, artístico o científico. Cada catedrático expondrá libre e inviolablemente, sin más limitaciones que las que las leyes consignen, su opinión personal, filosófica, científica, artística, social o religiosa. Como institución de cultura, la Universidad de México, dentro de su personal, criterio inalienable, tendrá el deber esencial de realizar su obra humana ayudando a la clase proletaria del país, en su obra de exaltación, dentro de los postulados de la justicia, pero sin preconizar una teoría económica circunscrita, porque las teorías son transitorias por su esencia; y el bien de los hombres es un valor eterno que la comunidad de los individuos ha de tender a conseguir por cuantos medios racionales se hallen a su alcance”. (Hernández Luna, L. Op. Cit.)

Como podemos apreciar, desde este año de 1933 se hace patente la necesidad de definir el carácter, naturaleza, misión y visión de la Universidad; sin detenernos en las minucias de este debate, no cabe duda que el problema de fondo ha sido la columna vertebral de la naturaleza, carácter y dinámica de los Movimientos Universitarios y Estudiantiles a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI.

Mientras el Estado y los Gobiernos que lo encarnan --desde la asunción presidencial del General Plutarco Elías Calles, hasta nuestros días--, no cesan, ni se cansan de tratar de aislar o constreñir a las universidades y a las instituciones de educación superior dentro de los baremos que ellos, y solamente ellos, conciben como naturaleza, misión y visión de las mismas; los Movimientos Estudiantiles y Universitarios tampoco han cejado, a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del siglo XXI, de nadar contracorriente e ir más allá de los muros y más allá de los arneses de una supuesta “neutralidad ideológica y científica” que, naturalmente, no deja de ser la “Ideología de la Neutralidad Ideológica” de las Universidades, de los Movimientos Estudiantiles y de los Movimientos Universitarios.

Esta lucha antitética de dos concepciones, diametralmente opuestas, mutuamente excluyentes, ha sido parte del nudo gordiano que ha envuelto los Movimientos Universitarios y Estudiantiles, en el siglo XX y lo que va del siglo XXI, a lo largo y ancho del país.

 

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