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No es fácil que un personaje literario se convierta en un arquetipo. Recordemos que un arquetipo es un “molde” por llamarlo así, en el que caben todos aquellos personajes que cumplen esa función. Es un “Quijote”, una “Lolita”, un “Otelo”.

Uno de los arquetipos más famosos en literatura es el de Don Juan. Recuerdo haber escrito un ensayo, hace mil años, sobre los don Juanes: el de Molière, el de Goethe, el de Byron, y los que tenemos en lengua española: el de Tirso de Molina y, por supuesto, el Don Juan Tenorio de Zorrilla.

El arquetipo funciona como un bloque: a don Juan no le interesa si va a seducir a Valeria o a Juana, lo que importa es el acto de la seducción y su placentero desenlace. Y, quizás, quien juega con un Don Juan, tampoco le importa si es Enrique o Raúl, sino el peligroso juego de la conquista.

En el terreno de la realidad, el don Juan verdadero más famoso es Giacomo Casanova, de quien tenemos sus memorias, publicadas por Atalanta.

El genial novelista húngaro Sándor Márai lo convierte en personaje de una de sus novelas: La amante de Bolzano (Anagrama). En el texto, Casanova se enfrenta a su Némesis, una mujer que le muestra su incapacidad, no de seducir ni de conquistar, sino de amar. ¡A leerla, ya!