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Cito a Juan José Arreola: "Yo me quedé hasta el final, solo en la plaza inmensa que forman el parque y el jardín. Solo, porque los demás estaban tirados en el suelo, dormidos y borrachos, aquí y allá, como los muertos de un falso campo de batalla" (La feria).

"No pude contestarle, y los dos caímos más hondo en el vacío. Nos acostamos temprano, pero no podíamos dormir. Separados y silenciosos, esa noche hicimos un papel de convidados de piedra" (Confabulario).

"Antes, nuestra intimidad era total y no estaba sujeta a ningún sistema. Yo disfrutaba de ella sencillamente, como se disfruta del agua y del sol. Ahora ese pasado me parece incomprensible y fabuloso" (Varia invención).

"Pequeño lagarto de jalea. Gran gusarapo de cola aplanada y orejas de pólipo coral. Lindos ojos de rubí, el ajolote es un lingam de transparente alusión genital. Tanto, que las mujeres no deben bañarse sin precaución en las aguas donde se deslizan estas imperceptibles y lucias criaturas" (Bestiario).

Lo anterior, como preámbulo para celebrar la aparición de "Arreola pecador", ensayo de Hernán Lara Zavala, publicado por los Cuadernos de la Coordinación de Humanidades de la UNAM.

Señala el autor de Macho Viejo y de Península, Península: "Deseo evocar a quien fuera un entrañable maestro, personaje singular, prosista excepcional y lo más cercano que yo he conocido a los destellos de la genialidad". Gracias, Hernán; gracias, Maestro Arreola.