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Acabo de terminar Los errantes, la segunda novela que leo de la Premio Nobel 2018 Olga Tokarczuk. Estoy fascinado. Siento la misma alegría que cuando en los años ochenta leía las

obras de Elías Canetti, Premio Nobel 1981. Números capicúa, cuando menos en la terminación.

Los errantes es escritura, nada más que eso y, por esa razón, lo es todo. Me explico. La novela habla de cualquier cosa con un eje central, el viaje y la movilidad, opuestos a lo estático y a la muerte. Hay mil apuntes, cartas, relatos que crecen hasta convertirse en pequeñas novelas. Lo que los une es la mirada de la narradora, alter ego de Olga, que ve la realidad con ojos diferentes. llenos de compasión.

Habla del mundo y dice: "Esta cosa -¿qué otra palabra podría usarse aquí?- está viva, tiene millones de características y atributos, de manera que lo contiene todo, no existe nada más

allá de ella, cada muerte es parte de la vida y, en cierto sentido, la muerte no existe. No existe la equivocación. No hay culpables ni inocentes, no hay méritos ni pecados, tampoco bien y mal. Quien inventó estos conceptos llamó a engaño a la gente".

Y también: "Por eso tiranos de cualquier calaña, servidores del infierno, llevan en su sangre el odio a los nómadas. Muévete, no pares de moverte. Bienaventurado es quien camina".

No dejen de leer a esta espléndida escritora, es un gran ser humano. De verdad.