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A mediados del siglo XIX, un bebé fue abandonado afuera de un convento. Recogida por las monjas, fue educada por ellas. Años después, dolores en el vientre provocaron que llamara al doctor. Él descubrió que era un hermafrodita. Decidió que, si tenía miembro masculino, debería ser hombre. Cambiaron sus papeles. Años después se suicidó, después de escribir su libro Herculine Barbin, donde relata su vida difícil. El manuscrito fue encontrado por Michel Foucault, que lo publicó junto con un ensayo y los papeles legales de Herculine.

Siglo y medio después, aparece Un apartamento en Urano, de Juan B. Preciado, quien nació como mujer y relata en este libro el difícil tránsito del cambio de género. El propone -y desea- un mundo en el que no haya identidad hombre/mujer, sino que seamos, sólo, seres humanos. Alguien me decía hace poco que hay 133 géneros, no sólo el concepto binario macho/hembra.

Por otra parte, la novela Elisa y Marcela, amigas y amantes, cuenta la historia de dos mujeres que en 1902 en A Coruña se casaron, una de ellas disfrazada de hombre para engañar al cura. Las descubrieron y se exiliaron en Argentina, después de haber sido perseguidas y amenazadas.

Tema espinoso el de la identidad de género. En lo personal creo que, por encima de todo, debemos respetar la decisión personal de cada cual.