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A México, especialmente a Pachuca, llegaron los ingleses a trabajar las minas y hoy vamos a Hidalgo y comemos pastes. La presencia de nuestros vecinos de USA ha sido muy fuerte.

Tenemos una importante colonia francesa. Recuerdo a mi maestro Marc Cheymol, creador de la revista ALFIL, y al IFAL, donde estudié francés.

Entre los españoles destacan los del exilio español, que tanto nos enriquecieron. En el club asturiano, el centro castellano y otros comederos disfrutamos paellas y fabadas.

Una gran colonia libanesa nos permite recordar a Sabines y degustar hojas de parra y tabule.

Los Argen-Mex nos han compartido el tango y su literatura, así como su amor por la buena carne, el provoleta y los alfajores.

Los alemanes y el Instituto Goethe... En los 80, allí vi las películas de Herzog y de Fassbinder.

En Francisco Sosa está el Instituto Italiano de Cultura; en la calle de Dolores el barrio Chino; en el restaurante Nagaoka comen los japoneses, en la casa Portuguesa de Emilio Castelar probamos sardinas y balalaos y en Agapi Mu la mastala y la ensalada griega.

La lista sería interminable. Miles de migrantes han hecho de México su casa y han creado familias biculturales. Nos han brindado su cultura, ayudado a combatir prejuicios y a entender que somos una especie, más allá de nacionalidades y colores de piel.