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En la entrevista de Hugo Alfredo Hinojosa a Michiko Tanutaki, autora del libro La muerte de la verdad (Galaxia Gutenberg), ella afirma: "'Como señaló el senador Daniel Patrick "todos tienen derecho a su propia opinión, pero no a sus propios datos'. La democracia involucra a gente que propone ideas y políticas, para después llegar a un consenso y compromiso viables. Lograr eso es imposible si la gente no puede ponerse de acuerdo con los hechos comunes. Por ejemplo, la ciencia se basa en evidencias que hoy son cuestionadas; además, las creencias partidistas y políticas invalidan el discurso razonado, así pues, ¿cómo consolidar acuerdos y políticas viables?"

Desde la época de los clérigos en la Edad Media, nuestra civilización ha respetado a los hombres del saber, por haber llegado a verdades incuestionables y por ser los defensores de la tradición. Los clérigos de entonces son los investigadores de las universidades y un puñado de intelectuales y escritores independientes.

Lo que dice Tanutaki aplica no sólo a USA, sino a México y a otros países. Bolsonaro niega la deforestación; gobiernos genocidas afirman que respetan los derechos humanos, etc. Estas declaraciones van más allá de la comunicación política: hay personas que creen que no existe la evolución y que el hombre no llegó a la Luna. Aquí estamos -digo yo-. No faltará quien diga que miento.