

Para leer en cuarentena: XVII de XL. De la vida y de la muerte
Durante cuarenta días compartiré con mis amigos textos y reflexiones, no solamente literarios. Lo haré con la convicción de que la literatura y el debate inteligente son antídotos contra el tedio, la ansiedad y el catastrofismo
Por: José Antonio Lugo, Visitas: 1042
Acabo de terminar de leer una novela extraordinaria y estremecedora: Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides (publicada por Anagrama y seguramente disponible en Amazon, ahora que no podemos ir a las librerías). Basada en un caso real, cuenta la historia de cinco hermanas que en el Estados Unidos de la década de los años setenta se fueron quitando la vida, una por una, ante la estupefacción de sus padres, de sus aspirantes a galanes -todas eran mujeres muy jóvenes, casi Lolitas-, y de todo el pueblo.
"Desde diferentes caminos, con ojos de colores diferentes o con diferentes movimientos de la cabeza, todos habían descifrado el secreto que conduce a la cobardía o al valor, lo que quiera que sea. Y las hermanas Lisbon siempre estaban delante de ellos. Se habían matado por nuestros bosques moribundos, por los manatíes que mutilaban las hélices cuando se asomaban al agua para beber de las mangueras de los jardines, por montañas de neumáticos viejos más altas que las pirámides. Se habían matado por la imposibilidad de encontrar un amor que ninguno de nosotros ha encontrado jamás. Al final, la tortura que había destrozado a las hermanas Lisbon indicaba una renuncia razonada a aceptar el mundo tal como se les concedía, tan lleno de defectos".
Ahora bien, para equilibrar, pensemos en escritores cuyas obras son un canto a la vida. Pienso, en primer término, en Zorba el griego, de Nikos Katzantzakis. Sabemos que la película termina con el baile de Anthony Queen con su jefe, mientras se escucha la inolvidable banda musical de Mikis Theodorakis. En el libro, sin embargo, el final es otro. El obispo le escribe al jefe -que ya había abandonado Grecia- que Zorba ha fallecido y que antes de morir, se había levantado de su lecho y había pegado un grito descomunal, sin palabras, después del cual exclamó: ¡Hombres como yo deberían vivir mil años!
Como diría el maestro Sabines: "la hermosa vida".
Ante la muerte, todos tenemos miedo. Ante la vida, también todos, a veces, en las tormentas y en las encrucijadas, cuando hay que tomar decisiones y apostar fuerte por una persona, por un sueño...
En virtud de que, para nuestra fortuna, lo que tenemos hoy es la vida, hagamos de este día una celebración, un homenaje, una fiesta. Y mañana, y pasado mañana...
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