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Agua por todas partes, de Leonardo Padura - Foto: Foto: Especial

Platiquemos de libros: Agua por todas partes

Esta vez, el autor aborda el libro Agua por todas partes, de Leonardo Padura, Tusquets editores, México, agosto del 2019

Por: Carlos Garza Falla, Visitas: 1399

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Leonardo Padura es, en los días que corren, uno de los escritores que me resulta más entrañable. Le debo a José Sánchez Zolliker el haber dado con él hace aproximadamente dos años y desde entonces a la fecha todo lo que he leído de él me ha resultado atractivo, disfrutable.

En un recorrido por sus letras he encontrado dos novelas extraordinarias: El hombre que amaba a los perros y Herejes, a las cuales espero regresar en entregas próximas de Platiquemos de libros.

“Agua por todas partes – dicen en la contraportada – es una celebración y un homenaje al género de la novela, del que se siente tan deudor el escritor cubano; en sus páginas aborda cuestiones en torno a este invento que lleva ya cuatro siglos tratando los asuntos de los humanos y siendo una herramienta de transformación de la sociedad y un reflejo de ella”.

Leonardo Padura nació el 9 de octubre de 1955 en Mantilla “…un barrio sin atractivos especiales (o ningún atractivo, según mi mujer, a la que he condenado a vivir allí ya por treinta años) que se alza en la periferia sur de La Habana, lejos del mar que corre al norte junto al Malecón. Como digo en algunos de mis textos sobre la pertenencia, todavía hoy es un lugar en donde, cuando alguien aquí se traslada al centro, dice ‘Voy a La Habana’ Mantilla es y no es La Habana. Mantilla es Mantilla. Mantilla es mía. Y con Mantilla, o desde Mantilla me adueñé de la Ciudad toda: la ciudad en la que nací, crecí y vivo; donde desde hace cuarenta años escribo, disfruto y padezco; con una precaria o inexistente conexión a Internet, con vecinos a los que les gusta escuchar música a todo volumen (incluso ponen a todo volumen un ruido que se llama reguetón), el barrio donde camino entre calles destripadas y basureros desbordados (aunque, en verdad ese no es un privilegio mantillero, sino del todo el país). En fin, la ciudad que tantas páginas cubre en las novelas de mi vida y en las obsesiones de mis reflexiones y necesidades expresivas, de una pertenencia cubana y habanera: mantillera”. 

Intencionalmente dejé correr la cita, para mostrar el seductor encanto de la prosa de Padura.

Según lo registra Wikipedia, https://es.wikipedia.org/wiki/Leonardo_Padura Padura estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad de la Habana y en 1980 se inició como periodista cultural y empezó a hacer sus pininos como escritor. Su primera novela Fiebre de caballos, se publicó en 1988.

Wikipedia reporta que de 1988 a la fecha ha publicado 12 novelas de las cuales a nueve las ha registrado como de la serie Mario Conde. 

“Mario Conde -dice el escritor Francisco López Sacha-  es un policía atípico, un policía que bebe ron, lee literatura cubana, quiere ser escritor, tiene una novia que vive en otra casa, vive –no en el centro de La Habana sino en las zonas periféricas de la ciudad–, fuma, a veces puede fornicar incluso hasta con una testigo que viene al caso e investiga algo que descubre dentro del magma social, dentro del cuerpo social de la sociedad cubana”.

“Mario Conde entra al mundo cubano, entra a la ciudad y la ciudad es protagonista junto con él, de los problemas de fines del siglo XX e inicios del siglo XXI”.

Wikipedia reporta también que en el mismo lapso ha publicado 8 libros de cuentos y 15 de ensayos y reportajes y es, dentro de esta última categoría, que incluye Agua por todas partes.

Agua por todas partes se inicia con un breve ensayo titulado Desproporción, singularidad y escritura que no es otra cosa que la introducción al libro, el cual está organizado en tres partes.

“La maldita circunstancia del agua por todas partes” es el título de la primera.

“¿Para qué se escribe una novela?”   es como se denomina la segunda parte, y la tercera esta titulada como “Vocación y posibilidad.”

Cada una de las partes reúne diversos ensayos: en la primera se agrupan siete, en la segunda cinco, y en la tercera cuatro y ninguno tiene desperdicio. Los entreveran diversos hilos, el de la pasión por la escritura, el del amor al terruño y a la vida el de la pasión por el escudriñar el espacio y el tiempo y ahí labrar la propia trascendencia.

La de Padura es una escritura deslumbrante por sencilla, por honesta, por no tener más compromiso que con la palabra que crea la vida y la recrea.

Los diversos ensayos de Agua por todas partes están llenos de referencias biográficas, llenos de recuerdo y de memoria. “Un escritor – dice Leonardo Padua – es un almacén de memorias. Se escribe hurgando en la memoria propia y en las memorias ajenas, adquiridas por las más diversas estrategias de apropiación. A partir de ahí, el novelista crea un mundo”.

Algo que disfrute mucho en mi lectura de Agua por todas partes son las múltiples referencias a su novela El hombre que amaba a los perros, es una novela en verdad extraordinaria una obra mayor y que nadie de los que visitan este sitio se debe quedar sin leer. De hecho, en la segunda parte de Agua por todas partes hay un ensayo titulado: “La novela que no se escribió. Apostillas a El hombre que amaba a los perros” que sin duda es una joya que ensancha la experiencia estético existencial de quienes ya la leímos.

Termino compartiéndoles lo siguiente. Al estar preparando este texto me enteré que, las cuatro novelas de Padura que se conocen como Tetralogía de las Cuatro Estaciones. A saber: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras, y Paisaje de otoño, fueron llevadas a la pantalla y se estrenaron en Netflix a manera de miniserie en 2016. No dejen de verlas. Vale mucho la pena y estoy seguro el que lo hagan enriquecerá nuestro platiquemos de libros.

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