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Saturno devorando a su hijo, de Francisco Goya, un autor que se cree, sufrió depresión. Fue pintado en oleo, entre 1819-1823 - Foto: Foto: Especial

El camino de la vida: Leer a Jesús Ramírez-Bermúdez/y III

En la última parte de esta serie, el autor aborda el libro que aborda la depresión con “una amplitud y profundidad” muy importantes; es un fenómeno de salud que ha sido más general en el marco del covid-19

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 931

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No recuerdo o conozco libro alguno, dedicado al abordaje de uno de los temas más acuciantes de la salud mental y de interés general como lo es la Depresión, que tenga una amplitud y profundidad, bajo diferentes niveles de análisis, y que sea de actualidad, como el que ahora presento a ustedes, amables lectores que me siguen, en esta tercera y última parte de la serie Leer al Dr. Jesús Ramírez-Bermúdez, publicado por Masiosare (http://masiosare.org/es/).

El mismo autor del libro expresa como punto de partida: “Al empezar el siglo XXI, el término ‘depresión mayor’ se usa en forma global para hablar sobre una condición de salud, un estado clínico en el cual hay una profunda tristeza y otras emociones intensas, como el miedo y la ira, así como alteraciones del sueño, el apetito, la motivación, la sensación de energía y la capacidad para disfrutar la vida cotidiana. Los estados depresivos suelen ser dolorosos en el plano emocional y físico: los sentimientos de culpa, vergüenza y minusvalía se mezclan con malestares en todo el cuerpo”.

Este tema, como puede observarse, no es de poca monta, y ha sido abordado bajo diferentes niveles de análisis, con distintos criterios de aproximación y, naturalmente, con variados niveles de extensión y profundidad o especificidad, por el autor del libro en comento.

Ahora que escribo esta colaboración, dada la explosiva e inocultable presencia de la depresión como un fenómeno de salud mental y, todavía más, hipertrofiado como un fenómeno psicosocial y de masas correlacionado con las circunstancias derivadas de la pandemia del covid-19, y expuesto exponencialmente en los mass media y en las “redes sociales”, cualquier persona se asume como competente para opinar sobre dicha cuestión montado en las teorías implícitas derivadas de una especie de Folk Psychology.

Bajo este supuesto puede admitirse, como refiere el mismo neuropsiquiatra Ramírez-Bermúdez, que: “Aunque algunas personas dicen que basta con tomar la decisión de ser feliz, la realidad clínica conocida por los pacientes, sus familiares, los médicos y terapeutas es que los sentimientos depresivos no desaparecen por decreto, suelen prolongarse más allá de lo tolerable, y ocasionan un gran sufrimiento”, en virtud de ello conviene reconocer la necesidad de tratar este asunto y actualizarlo.

Ello se muestra fehacientemente en este pequeño libro que, debido a su sencillez, puede ser leído en unas cuantas horas.

Ahora bien, es de sobra conocido desde siglos atrás que, además de reconocer un “estado clínico en el cual hay una profunda tristeza y otras emociones intensas, como el miedo y la ira, así como alteraciones del sueño, el apetito, la motivación, la sensación de energía y la capacidad para disfrutar la vida cotidiana (…y que…) los estados depresivos suelen ser dolorosos en el plano emocional y físico: los sentimientos de culpa, vergüenza y minusvalía se mezclan con malestares en todo el cuerpo” se ha asociado con la ideación suicida y con el suicidio logrado.

Es por ello que no cabe duda que este asunto, como objeto de interés, investigación, análisis y reflexión, exige que realicemos estudios en profundidad de su historia, condiciones que la hacen posible, desarrollo y desenlaces, así como también estrategias de prevención, identificación y diagnóstico, intervención o tratamiento.

Debo apuntar que ya antes, en un trabajo poco conocido en nuestro medio, y publicado por la Editorial Pueblos Unidos, de Montevideo, Uruguay, En busca de sí mismo, del psicólogo soviético Igor Semionovich Kon (1988) separaba explícitamente del suicidio las inmolaciones fundadas en valores morales o ideológico-políticos, como se hace evidente en los casos de los Kamikazes japoneses o, hasta ese momento, de los Fedayines en su acciones políticas y, años antes, del seppuku realizado por los samuráis.

Antes, también Émile Durkheim (El suicidio, estudio de sociología, 1897) escribió un libro dedicado, bajo un punto de vista sociológico, al tema del suicidio.

Pese a ello, no demerita de ninguna manera el trabajo del Dr. Jesús Ramírez Bermúdez. El autor del libro lo presenta, con criterios de escritura académica (Vancouver), con una narrativa historiográfica y erudita, y con una serie de reflexiones que lo invitan a uno, pese a no ser experto en el tema, a tratar de comprender y explicarse –a sí mismo—tal calamidad.

El libro Depresión. La noche más oscura, Debate, 2020, me permite cerrar esta trilogía y, aun y cuando otros textos más especializados o artículos en revistas del mismo doctor-escritor demandarían una serie más extensa, no es el propósito hacer una exégesis de la obra del autor sino invitar a leer estos tres libros que permiten al lector ir más allá del sentido común y de las teorías implícitas.

Cierro la trípode de ensayos con este texto porque además del tema que aborda el autor, el estilo de escritura –que llamaré híbrido porque se expresa con un formato académico y otro narrativo—y el título elegido para el mismo invitan a introducirse en un terreno nada novedoso –pues es muy antiguo el interés en este asunto—empero con una aproximación novedosa y fresca sobre una cuestión nada fácil de abordar con seriedad y, a la vez, con una sencillez para el lector.

Este libro da comienzo con una interrogante que considero trascendente y fundamental para cualquier profesional de la salud mental (psiquiatra, neurólogo, psicólogo o neuropsicólogo) y, todavía más, porque hay todavía quienes piensan que la psiquiatría y los psiquiatras son quienes deben tratar preferentemente estos problemas; la depresión mayor: ¿un problema biológico o social? ¡That is the question!, dijera a través de Hamlet, William Shakespeare.

El autor se interroga, por ejemplo: “¿Cuál es la relación entre ese cuadro clínico y los grandes problemas sociales que observamos en la imagen panorámica global? La pobreza, las migraciones masivas, la violencia social, la misoginia y la xenofobia, ¿en qué medida se asocian con la génesis de los estados depresivos? ¿Hasta qué punto la depresión mayor se debe a causas biológicas: anormalidades de la transmisión química cerebral y de la actividad de redes neurales? ¿Hay que buscar las causas de esta condición en una interacción entre factores sociales y biológicos?”.

Considero que el hilo conductor de todos y cada uno de los capítulos, de algún modo, contribuyen a construir una representación sistémica, dinámica e histórico-cultural, de un fenómeno complejo como lo es la depresión mayor.

El mismo autor expresa directamente y sin tapujo alguno, “Lo que quiero mostrar en este libro es lo que sabemos el día de hoy acerca de la depresión mayor como uno de los grandes problemas contemporáneos”. Para rematar, declara: “Con un poco de suerte, podré mostrar que la depresión no requiere una mirada biomédica o psicosocial, sino ambos enfoques, por el bien de la persona que sufre”. Ergo, el autor parte de la premisa de que, por separado, biológica o psicosocialmente, no será comprendido, explicado y tratado un problema de salud mental de tal magnitud.

La pregunta: “¿la depresión mayor siempre ha existido? ¿O se trata de un mal específico de nuestros tiempos? Esta tópica le conduce al siguiente capítulo, La enfermedad de la bilis negra, apartado en el cual expondrá una erudita historia de este tormento.

Desde Hipócrates, pasando por Robert Burton y su Anatomía de la Melancolía, describiendo la obra de Philippe Pinel y Jean Dominique Esquirol, narrando el papel de la psiquiatría alemana (con Kraepelin) y llegando a Freud, termina diferenciando, con base en este último, la melancolía del duelo.

Cuatro capítulos se dedican a la historia de este evento.

Además de estas cuestiones, dos asuntos relevantes son tratados aquí, el que se refiere al desarrollo e historia de la psicofarmacología en la lucha contra la depresión mayor, y el desarrollo de la psicoterapia (o psicoterapias) en esta búsqueda. Inevitablemente esta trama no podía obviar el del análisis del impacto favorable de cada una de ellas, así como juntas, en la mejora de la calidad de vida de quienes sufren o adolecen este mal. No podía faltar tampoco el tema del Prozac o la era del Prozac y la industria químico farmacéutica.

¿Sería suficiente ello? ¡Claro que no! Por tal razón aborda, también el del desarrollo de la investigación neurocientífica y del papel del cerebro y su actividad en el origen y desarrollo de la depresión mayor.

En la cuestión específica de los estudios epidemiológicos para valorar el papel de las condiciones materiales y sociales de existencia, así como el de las condiciones biológicas en la explicación causal de la depresión mayor no pudo evitar referir los estudios, tanto longitudinales como transversales, de gemelaridad monocigótica y dicigótica.

Como vemos, pues, un pequeño libro, una extensa y profunda narración y descripción de los aspectos de mayor relevancia y actualidad para comprender y explicar el asunto de la depresión mayor.

Vaya como botón de muestra este fragmento narrativo del libro para calibrar la sencillez y claridad de esta pequeña obra.

“Pinel estudió medicina y matemáticas, trabajó como escritor científico y editor médico, y era aficionado a la botánica. Un amigo suyo padeció un estado melancólico, luego un cuadro de manía y al final se suicidó. Pinel dedicó entonces su carrera profesional a las personas recluidas en asilos. Sus simpatías hacia la Revolución francesa lo llevaron a ocupar un cargo como médico en el hospital de Bicêtre, donde había un número importante de pacientes psiquiátricos. Un trabajador del hospital, que había sido un paciente debido a un problema infeccioso, llevaba a cabo en aquel momento una revolución en el tratamiento de los enfermos” (Ramírez-Bermúdez, Jesús. Depresión. P. 13).

Estas razones, considero, son más que suficientes para invitarles, amables lectores, la lectura de los libros de Jesús Ramírez-Bermúdez.

 

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