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Un hombre es trasladado al hospital por contagio de covid-19. Tuvo que ser bajado en una camilla y con cuerdas ya que las escaleras de su domicilio eran muy estrechas, esto en Nezahualcóyotl, Estado de México - Foto: Foto: Alessa Mejía/ObturadorMX

El camino de la vida: psicología y covid-19

El autor presenta sus notas psicológicas sobre el comportamiento humano en esta era de la epidemia y pandemia del coronavirus SARS-CoV-2

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 1055

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Nota Introductoria. Ahora sí, portando el uniforme de la formación profesional de la psicología, me propongo presentar una serie de notas relacionadas con el análisis (que no psicoanálisis) e interpretación de algunos comportamientos destacables que hemos visto ante la inesperada, prolongada y estresante epidemia y pandemia del COVID-19 y, desde luego, la pandemia de propaganda, ‘información’ (oficial o no), ‘noticias’, opiniones o creencias sobre este evento, así como también del conjunto de consecuencias que ha acarreado para nosotros, los seres humanos, en nuestra vida cotidiana y en sentido psicológico (que no únicamente en aspectos de salud mental), sea éste individual o colectivo.

Expondré, por principio de cuentas, las premisas que considero fundamentales en cuanto se trata de la disciplina del conocimiento científico denominada Psicología; enseguida, trataré las cuestiones relativas a la comprensión y explicación del comportamiento humano y, en tercera instancia, intentaré, con base en tales premisas, interpretar algunos de los comportamientos que hemos visto y observado bajo estas circunstancias.

Nota Primera. Considero imprescindible expresar que asumo aquí a la Psicología como “Una disciplina del conocimiento científico que tiene por objeto confeccionar modelos teóricos que nos permitan comprender y explicar los orígenes y el desarrollo del psiquismo, así como del comportamiento humano, dentro de sus condiciones histórico-culturales” (Definición propia).

Debo también apuntar que el concepto de comportamiento humano hace alusión o se refiere a la categoría de actividad humana. Como debemos comprender, “la categoría de actividad en psicología trasciende a la de conducta, ello se debe a que esta última posee como características esenciales: ser observable, medible y cuantificable; en virtud de ello, la conducta es sustancialmente actividad externa, perceptible inmediatamente, mientras que, la categoría de actividad psicológica humana también considera actividades internas como las de pensar, representar, imaginar, recordar, desear, atribuir o cualesquiera otra de las cualidades subjetivas o internas del propio sujeto de la actividad; es decir, no son inmediatamente observables. Por ello la psicología tiene también como tarea comprender y explicar los procesos de ‘interiorización’ de la actividad externa e interpsicológica en actividad interna o intrapsicológica. Este proceso de interiorización es, asimismo, actividad psíquica” (definición propia).

Como es conocido, la relación entre la actividad externa, práctica, y la actividad interna, teórica o simbólica, es la base fundamental del desarrollo de la conciencia y de la personalidad. Estas dos últimas, además de ser actividad, son subsidiarias de la actividad externa o práctica. Es importante señalar que, “para la psicología de orientación cognoscitiva, la actividad interna es la que nos permite conocer y explicar una de las características esenciales de la dirección, realización y autorregulación de la actividad externa; es decir, que la actividad externa tiene como condición precursora la actividad interna que, en relación con la realidad objetiva y subjetiva, permite la orientación selectiva de la actividad externa” (definición propia).

Bajo la óptica de “la Teoría de la Mente (ToM), una de las competencias esenciales que permite los procesos de “lectura” y adaptación al contexto del comportamiento humano, es la capacidad que los humanos tienen (y no solamente ellos), de atribuir a los demás, como a sí mismos, estados tales como pensar, creer, imaginar, desear, recordar, etcétera. Es decir, una actividad interna que permite anticipar o interpretar el comportamiento propio, como el de los otros” (definición propia).

Pues bien, con base en estas premisas, considero fundamentales, intentaré, tan solo ello, comprender e interpretar algunos de los comportamientos (sean de carácter individual o colectivo) que observamos (o atribuimos) cotidianamente en nuestra vida ya larga de confinamiento (para quienes pueden hacerlo), distanciamiento físico (que no social), interacción e interactividad mediatizada (por medio de las tecnologías subsidiarias de la internet y de las tecnología electrónicas y a distancia) y de interacción entre quienes continúan realizando sus actividades de la vida diaria en la vía y vida pública.

Nota Segunda. Además de las premisas que expusimos en la nota precedente es necesario adicionar otras dos proposiciones que permitan enmarcar con mayor precisión lo que me propongo resaltar.

Las dos proposiciones podrían expresarse del modo siguiente y han sido retomadas de Paul Watzlawick:

* Es imposible la expresión el ‘no comportamiento’; ¡vamos!, hasta el aparente ‘no comportamiento’ es una forma de comportamiento. A esta proposición se le conoce como la “imposibilidad del no comportamiento”.

* Es imposible la expresión ‘no comunicación’; ¡vamos!, hasta la aparente ‘no comunicación’ es una forma de comunicación. A esta proposición se le conoce como la “imposibilidad de la no comunicación”.

Bajo el manto de estas dos proposiciones considero que absolutamente todo comportamiento implica, asimismo, un mensaje (deliberado o no) que los observadores interpretamos (de uno u otro modo) para atribuir propósitos, intenciones o estados psicológicos, éticos, ideológicos, políticos, morales, qué sé yo, subyacentes al comportamiento o actividad observable.

Nota Tercera. Ahora bien, para realizar nuestro análisis e interpretación, y siguiendo a Pierre Bourdieu, debemos considerar el conjunto de disposiciones o esquemas de comportamiento, pensamientos o sentimientos asociados a la posición social que se ocupa y que permiten o posibilitan que personas de un entorno social equivalente tiendan a compartir estilos o formatos de vida semejantes, así como las formas de evaluar al mundo. Para ello este personaje propone el término “Habitus”. El concepto de habitus históricamente se ubica con las ideas de Aristóteles. El habitus, en realidad es un término que se refiere al espacio que existe entre el acto y la potencia, entre lo que es o pudiera ser y, también, entre el exterior y el interior. En su definición textual Pierre Bourdieu expresa: habitus es “el conjunto de esquemas generativos a partir de los cuales los sujetos perciben el mundo y actúan en él. Estos esquemas generativos se definen como ‘estructuras estructurantes estructuradas’”.

Es decir, que la actividad psicológica que nos permite interpretar nuestro mundo socio-histórico, además de nuestros rasgos de personalidad (valores, creencias, intereses, capacidades, afectos, emociones y la expresión de los procesos psicológicos superiores demanda un conjunto de “recursos” extra-personales o extra-individuales y, desde luego, extra-cerebrales; en este sentido la noción de Habitus es crucial para comprender y explicar el comportamiento humano en esta era de la epidemia y pandemia del COVID-19.

Nota Cuarta. Pues bien, una vez realizadas las consideraciones mínimas procederé a plantear los problemas esenciales que, considero, afrontamos hoy.

La estructura y función del psiquismo humano, debido a su plasticidad, dentro de los límites de la misma nos permiten enfrentar, frecuentemente de manera exitosa, la “novedad”. Esto significa que pese a nuestra búsqueda de la certidumbre, la “estabilidad de la realidad” y la probable anticipación de sucesos inesperados (o predictibilidad), inevitablemente suceden eventos que trascienden el conjunto de recursos personales y colectivos (sean o no de carácter psicológico) que acarrean “desequilibrios”, ante los cuales debemos diseñar estrategias (personales o colectivas) de afrontamiento que propicien las condiciones de “re-equilibración” y restitución de un nueva estabilidad psicológica (sea individual o colectiva). Así ha sido cuando hemos vivido sucesos que no se esperaban, de magnitud amplia, aunque en dimensión temporal corta; así pasa con los terremotos, huracanes, tormentas y otras calamidades que hemos visto y vivenciado.

Esta es una obviedad de Perogrullo; y como ya se expresó, frecuentemente es exitosa, aunque costosa, la re-equilibración. Sin embargo, aquí y ahora, hic et nunc, la epidemia, primero, y luego pandemias, del COVID-19, con las consecuencias que aún perviven a prácticamente medio año y para las cuales no se perciben todavía los límites finales, no disponemos hasta ahora de los recursos para construir, al decir del epistemólogo suizo Jean Piaget, nuestra estructuras re-equilibradas que permitan orientar nuestra actividad con cierto grado de certidumbre.

Ante este estado de incertidumbre solo podemos recurrir a nuestro habitus y recursos psicológicos (cognoscitivos y afectivo-emocionales, así como personales y colectivos) que poseemos para interpretar y comprender lo que sucede, para diseñar estrategias y acciones de afrontamiento, así como para tomar decisiones en torno a nuestros actos, aquí y ahora.

Es aquí donde hallamos las primeras dificultades.

¿Es “real” o no la existencia del virus y la enfermedad que acarrea? Bajo el supuesto de su “realidad indiscutible” ¿es ésta una herramienta de sucesos de carácter político-económico de las grande potencias o poderes fácticos donde quedamos atrapados? En función de la respuesta que nos demos a estas dos interrogantes podremos decidir ¿Qué hacer?

Asimismo, dando por descontada su realidad y descartando las versiones conspiranoico-paranoicas que circulan, también surge otra duda que debe resolverse para, atender el ¿Qué hacer?

¿Las estrategias y programas de acción para afrontar esta calamidad, por parte de los organismos internacionales y por los diferentes gobiernos nacionales, es transparente, acertada, sin intenciones políticas ocultas, responsable, o no?

Como puede apreciarse, estos dilemas hoy nos envuelven, imperceptiblemente, con el manto de la duda, la incertidumbre, angustia, miedo al contagio, miedo a “los otros”. En fin.

Por otro lado, en virtud de la “otra epidemia y pandemia” la que se muestra con un galimatías de informaciones, noticias, opiniones, supuestos, atribuciones, creencias, etcétera ¿Qué hacer?

Desde luego que no puede omitirse aquí el “efecto de masa” o “efecto carambola”.

Tomando en consideración que pese a encontrarnos, algunos, en confinamiento y distanciamiento físico, no somos ínsulas inmunes (ya no digamos al virus) al “efecto de grupo”; ergo, las creencias, ideas, sentimientos, pensamiento, emociones de los otros, los otros que con nosotros conviven, imponen, por decirlo de alguna manera, formas de comportamiento que aseguren la conformidad con el grupo de pertenencia, así como en sentido propio de pertenencia a tales grupos.

De esta manera, el miedo al contagio y, naturalmente, a la muerte, nos hace asumir posturas y actitudes de repudio, atribución de responsabilidad de los sucesos a quienes consideramos pertenecientes a los otros grupos. De este modo, sin salir de este marasmo, juzgamos y decidimos ¿Qué hacer?

Nota Quinta. Dentro del marco o encuadre de este entorno psicosocial e histórico-cultural, la estructura psíquica personal o individual va re-estructurándose para afrontar las consecuencias tanto personales como de interacción e interactividad de los grupos de pertenencia y de la vida colectiva más allá de los límites de los grupos familiares.

Hoy por hoy, nos hallamos en este entorno y no vemos aún hacia dónde vamos,

¿Lo que he escrito niega el valor a las cuestiones relativas a las consecuencias que se expresan y proyectan en el ámbito de la salud mental?

Indudablemente que no; sin embargo, al parecer, la tendencia ampliamente difundida hasta ahora con respecto a este suceso y las circunstancias que le envuelven ha asumido como único nivel de análisis el de la salud mental y, aún más, ha omitido este nivel de análisis que es, inobjetablemente, de crucial importancia.

 

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