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Cuidado y justicia: un modelo integrado de la ética - Foto: Observatorio de la Escuela en Iberoamérica

La justicia no está peleada con el cuidado

Se analiza la pertinencia de un modelo integrado de política pública que combine la ética de la justicia y la ética del cuidado

Por: Adriana Figueroa Muñoz Ledo, Visitas: 466

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En el diseño de políticas públicas, suelen existir dos modelos morales que se emplean como guía, pero se consideran excluyentes entre sí: por una parte,  la ética de la justicia [1], la cual considera que se pueden crear reglas universales e imparciales y, por otro lado, la ética del cuidado [2], orientada a las relaciones, la vulnerabilidad y el contexto. Hay quienes consideran que esta dicotomía es falsa y que las sociedades actuales se favorecen más de un modelo ético integrado, que sea capaz de sostener principios firmes de la justicia, pero sin perder la sensibilidad relacional del cuidado.

 

Uno de los ámbitos donde un modelo integrado parece más urgente es el de las sanciones. Las políticas tradicionales que privilegian una ética de la justicia, buscan garantizar los criterios proporcionalidad y previsibilidad: esto es, que la pena no sea más fuerte de lo necesario y que las normas sean lo suficientemente claras para que las personas puedan anticipar las consecuencias de su incumplimiento. Si bien, esto es necesario para evitar que las sanciones sean resultado del capricho de alguien, no es suficiente para que la justicia sea, valga la redundancia, justa. Una sanción así de imparcial, no toma en cuenta la historia de vida de la persona que cometió la falta, ni tampoco la posibilidad de reparación que pueda existir. Desde un modelo ético integrado, las sanciones también promoverían sanar los daños y generar condiciones para la reintegración; es el caso de lo que conocemos como justicia restaurativa. “Castigar con la ley en la mano” no siempre es suficiente.

 

En el terreno de la resolución de conflictos, si bien la ética de la justicia proporciona criterios imparciales y procesos transparentes, desde el cuidado se agrega la escucha activa y el reconocimiento de las jerarquías de poder entre las personas involucradas. Para resolver conflictos no es suficiente aplicar manuales, como si los seres humanos fuerámos máquinas predecibles y carentes de emoción; pero tampoco funciona emplear solo la empatía, pues se corre el riesgo de actuar con base en favortismos. Desde un punto medio se emplean procedimientos que garanticen la imparcialidad, pero abiertos al diálogo y la comprensión mutua. Resolver un conflicto no es solo detener tensiones o agresiones, también se requiere restaurar la convivencia.

 

Un modelo integrado reconfigura nuestra concepción del yo moral. Mientras que desde la ética de la justicia, las personas se asumen como autónomas, racionales y capaces de formular principios morales universales como lo planteaba Kant; la ética del cuidado redirige la mirada hacia el hecho de que somos seres relacionales, intedependientes y responsables para con los(as) otros(as). El yo moral integrado produce cuidadanía que razona sí, en términos de derechos, pero sin negar que necesitamos unos(as) de otros(as) y que nuestros actos tienen impactos en los(as) demás. Sí, necesitamos reglas justas, pero también relaciones humanas y humanizadas. Las instituciones no solo tienen que funcionar, también tienen que cuidar y dignificar.

 

Fuentes:

[1] Rawls, J. (2012). Teoría de la justicia. Fondo de cultura económica.

[2] Nussbaum, M. C., & Capabilities, C. (2011). The human development approach. Creating capabilities. Cambridge, MA: Belknap Press of Harvard.

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