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Los niños perdidos de Valeria Luiselli con el prólogo de Jon Lee Anderson - Foto: Foto: Especial

Platiquemos de libros: Niños perdidos

Esta vez el autor nos presenta una crítica al libro Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas), de Valeria Luiselli. Editorial Sexto Piso. S.A. de C.V. 3ª edición 2019. España

Por: Carlos Garza Falla, Visitas: 1476

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“Éste es un libro profundamente conmovedor, que en sus poco más de cien páginas, con su título simple provocador, se presenta como una historia sencilla, guiada por cuarenta preguntas. Sin embargo, nos encontramos ante una historia de gran fuerza, hermosamente narrada, por Valeria Luiselli. Estoy seguro que todo aquel que lo lea no se arrepentirá, ni lo olvidará tan fácilmente”, dice Jon Lee Anderson autor del prólogo de la edición de Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas), un libro que tuve en mis manos y leí de un tirón.

 Al cerrar la última página me quede un rato en silencio, profundamente consternado sintiendo que Valeria, con una dulzura exquisita, con un manejo impecable de la lengua y con gran destreza en el arte narrativo, me había develado los entretelones de una muy profunda crisis humanitaria que sucede en mi entorno mediato e inmediato.

Dice Lee Anderson: “…una historia de gran fuerza, hermosamente narrada...”, lo que no dice es que el ingrediente de esa gran fuerza, de esa historia hermosamente narrada, es que el único antídoto al dolor, el que emerge de la profunda y purulenta descomposición social, la generosidad, rasgo que nos reivindica como especie, como seres humanos. Una generosidad empática, es decir que nos impulse a darle al otro, al que sufre, lo mejor de nosotros mismos, porque nos ponemos en sus zapatos, en sus condiciones y en sus circunstancias.

Las cuarenta preguntas que se menciona en el título del libro hacen referencia a las cuarenta preguntas que “forman parte del cuestionario que aplican las autoridades migratorias de Estados Unidos a toda persona menor de 18 años que ingresa de forma ilegal a territorio estadounidense, con el propósito de evaluar si la persona es candidata a conseguir asilo político u obtener una visa especial conocida como Estatus Especial Juvenil”.

Valeria tiene acceso al universo en el que las cuarenta preguntas son la savia que nutre a los arboles de la esperanza y a los del rechazo por una cuestión fortuita, según narra en el propio libro en el primer capítulo titulado Frontera.

Es un capitulo delicioso en el que introduce al lector en las preguntas del cuestionario mientras narra un viaje por carretera “desde Manhattan hasta Cochise, en el sureste de Arizona muy cerca de la frontera entre México y Estados Unidos”.

En estas primeras páginas Valeria hace presente a su hija, y deja en claro que nos va acompañar en toda la travesía.

Es un hacerla presente con absoluta naturalidad lo que le permite soltar de manera sutil y sin aspavientos uno de los sufrimientos más profundos de los padres que se han visto forzados a enviar a sus hijos desde El Salvador, Honduras; Guatemala y el propio México a que intente cruzar la frontera con los Estados Unidos. “A veces, cuando se queda dormida otra vez, volteo a verla escucho su respiración. Me pregunto si sobreviviría en manos de Coyotes, y qué pasaría si fuera depositada, sin más, en la frontera tan despiadada de este país. ¿Qué pasaría si tuviera que cruzar este desierto, ya fuera sola, o en manos de oficiales de migración? No sé si, sola, cruzando países y fronteras sabría sobrevivir”. 

En otro momento de la lectura nos enteramos que el libro se titula: “Los niños perdidos” simple y sencillamente porque las otras denominaciones que les dan a estos niños, migrantes, ilegales, no le gustan a la hija de Valeria. “A menudo mi hija se refiere a los niños indocumentados como “los niños perdidos”. Se le olvidan, tal vez, las palabras más difíciles “indocumentado” o “migrante” o “refugiado”.”

Hay un tercer momento de presencia de la hija de Valeria en el libro que me ha llamado la atención y me ha movido interiormente.

“¿Y cómo termina la historia de esos niños perdidos? – pregunta.

Todavía no sé cómo termina – le digo.”

Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas), está organizado en cuatro capítulos que van presididos por el Prólogo de Jon Lee Anderson que ya cité. El primer capítulo se llama “Frontera”, el segundo “Corte”, el tercero “Hogar”, y el cuarto “Comunidad”, y en el decir de Radmila Stefkova: “describen las etapas que componen el viaje de los niños al refugio”.

Ese “viaje de los niños al refugio” develado por Valeria Luisselli pone en evidencia el operar de las leyes y las burocracias en el desprecio de los seres humanos y su dignidad.

Algo de lo mucho con lo que me quedo al concluir mi lectura de Los niños perdidos, es con una Valeria que en su decirse al escribir,  las palabra incierta que dicen cosas inciertas ( Octavio Paz dixit) se dice como madre, se dice como activista, se dice como maestra, se dice como escritora, pero sobre todo se dice como una mujer sensible que le apuesta a eso que llame generosidad empática. 

No dejen de darse la oportunidad de leer este libro, y hablo de darse la oportunidad porque sin duda su lectura tocará sus corazones y ello los incitará a sumarse a la construcción de otro mundo posible, ese mundo en el que quepan todos los mundos, que dicen los Zapatistas.

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