Masiosare agencia de noticias

Aburrimiento - Foto: ethic.es

Una extraña enemiga: El complejo arte de no hacer nada

No solo la precariedad laboral nos impide descansar, también nuestra dificultad para lidiar con nosotros(as) mismos(as)

Por: Adriana Figueroa Muñoz Ledo, Visitas: 9566

Compartir la nota por:

No hacer nada parece sencillo, más aun cuando se tiene el tiempo para hacerlo. De hecho, la escasez de tiempo para descansar haciendo nada hace que resulte muy deseable, hace que la mayoría de la gente quisiera eso, no hacer nada al menos un momento. Sin embargo, basta con intentarlo unos minutos para comprobar que el “no hacer nada” es una de las tareas más difíciles de nuestro tiempo.

 

Es cierto que la precarización del trabajo obliga a buena parte de la población a realizar dobles o triples jornadas, pero también vivimos atrapados en una lógica que glorifica el movimiento constante. Trabajar más horas, responder más rápido, aprovechar cada minuto. El descanso, cuando existe, suele estar justificado solo si “sirve” para rendir mejor después. Descansar por descansar es un lujo para mucha gente, pero también, cuando se logra, es vivido como una pérdida de tiempo. La culpa acompaña el descanso al preguntarnos “¿no debería estar haciendo algo más útil?”.

 

Hoy, el problema no es solo la exigencia laboral. Incluso cuando tenemos la oportunidad de parar, la mente sigue en movimiento y nos exige estímulos. El celular, sin duda, se ha convertido en una extensión de nuestra ansiedad y obstaculiza satisfacer nuestra necesidad de descanso. En esos privilegiados momentos de pausa, aparece el impulso automático de mirar la pantalla: redes sociales, mensajes, noticias, notificaciones... a veces no hay nada que mirar, pero miramos. Pareciera que no estamos haciendo nada, pero tampoco estamos descansando. Estamos consumiendo y siendo consumidos(as).

 

“No hacer nada” puede ser incómodo porque nos deja a solas con nosotros(as) mismos(as), con nuestros pensamientos que, quizá, preferimos evitar. El celular funciona perfectamente como un anestésico: calma, pero no resuelve; pero eso sí, alimenta la ansiedad. Lo que vemos en el celular no tiene fin: siempre hay algo más que ver; la ansiedad infinita.

 

Apagar el teléfono, quedarse en calma, mirar por la ventana. Permitirse no producir, no opinar, no reaccionar. Ejercer el derecho a pausar. Aburrirse. No sabemos lidiar con el aburrimiento; nos produce tal ansiedad que lo evitamos a toda costa. Pero el aburrimiento es necesario para la creatividad. No hacer nada no es vacío: es espacio. Espacio para respirar, para bajar la guardia, para que el tiempo disminuya su velocidad. Quizá no hacer nada no sea perder el tiempo, sino sea recuperarlo.

Lo último

También podría interesarte