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La disputa por la agenda: balance del 5 al 11 de junio

Se cumplieron 49 años del Jueves de Corpus y como conmemoración anticlimática, la violencia de Estado se colocó en el centro, y como siempre, los jóvenes fueron el objeto

Por: Carlos Garza Falla, Visitas: 905

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Este 10 de junio del 2020 se cumplieron 49 años del jueves de Corpus de 1971 fecha en la que irrumpieron en la escena pública “los halcones”, (grupo para militar auspiciado por el gobierno de Luis Echeverría Alvarez) y con ello se hizo presente en nuestra vida colectiva una violencia de Estado que no ha dejado de manifestarse de manera recurrente, en estas ya casi 5 décadas.

Y tal parece que a manera de conmemoración de ese aciago momento histórico algunos actores políticos se esmeraron por poner en el centro de la disputa por la agenda pública esta semana, el tema escenificado de la violencia política en diversos puntos de la geografía nacional destacadamente en Guadalajara y la Ciudad de México.

La cronología de los hechos es del dominio público y han tenido amplia difusión en los medios de comunicación y en las plataformas informativas, por ello no me detendré en ella, intentare por mi parte más bien subrayar lo que a mi juicio conecta al 2020 con el lejano 1971.

La conexión más profunda que encuentro tiene que ver con los sujetos de esa violencia política: los jóvenes y la manera de ejercerla en ambos momentos: la desaparición forzada.

Del 5 de junio a la fecha ha corrido mucha tinta especulativa en torno a la existencia o no de alguna mano invisible que haya movido la cuna para que las cosas sucedieran como sucedieron y si bien no es irrelevante el saberlo o no, por ahora creo que resulta imposible y ello es así porque voces con peso específico en la modelación de la agenda pública, muy destacadamente el gobernador de Jalisco Enrique Alfaro y el presidente de la Republica Andrés Manuel López Obrador, desplazaron el hecho de la violencia en sí a una confrontación entre ellos y supuestamente entre los proyectos políticos que representan.

Y escribo “supuestamente” con toda intención, porque más allá de la ambición de tener el poder por el poder, lo que llaman “sus proyectos políticos”, no dan una respuesta clara y creíble a la pregunta ¿y el poder, para qué? 

Regreso a lo que en mi lectura hermanan a los acontecimientos del 10 de junio de 1971 y los de junio del 2020: Jóvenes y desaparición forzada.

Jóvenes usados como carne de cañón es como les gusta etiquetar a “las buenas conciencias” cualquier expresión rebelde de los jóvenes, negándoles lo elemental, su libre albedrio, y rehusándose a aceptar que el malestar contra la manera en la que opera el sistema y la prepotencia con la que los trata, es razón suficiente para nutrir sus protestas o su disposición a sumarse a las que se cruzan en el camino. 

La cuestión no es quién o cómo se manipula a los jóvenes, la cuestión es por qué este mundo real y concreto se ha vuelto invivible para ellos, por qué este mundo real y concreto ha hipotecado su futuro.

En cuanto a la cuestión de desaparición forzada creo que lo que nos debe poner a pensar es la naturalidad y la familiaridad con que se introduce en la conversación pública y rápidamente se banaliza. No es asunto menor que el tema de los sucesos de Iguala que nombramos como Ayotzinapa, haya irrumpido como lo hizo y se haya instalado en la agenda pública como se instaló.

Y no es asunto menor porque la narrativa que enstala en la agenda pública el tema, con su narrativa, es el gobernador Enrique Alfaro, al deslizar de manera absolutamente irresponsable y todavía al calor de la “revuelta”, la idea de que los agentes de la fiscalía del estado respondieran a órdenes del crimen organizado.

Y aquí llegamos a otros rasgos de la disputa por la agenda pública esta semana, el que aborda Héctor Aguilar Camín en su artículo del 11 de junio del 2020: “La verdadera polarización”, donde afirma: “La gran polarización que sacude a México es la que llena a la república de sangre y de víctimas. Es la polarización entre quienes han tomado partido por la violencia y la de quienes padecen la violencia sin protección del Estado”.

El que aborda Ricardo Raphael también en su artículo del mismo día en El Universal: “Ejército fuerte y policías corruptas una misma ecuación”, el cual da cuenta de la renuncia del Estado mexicano a dotarse de cuerpos civiles de seguridad ciudadana.

Y por último al que aborda Héctor de Mauleón en su artículo también del 11 de junio, “Vándalos debidamente reclutados y organizados”. ¿Nietos de los Halcones?, me pregunto. Y que conste también otro apunte a mi juicio importante, en la 4T participan destacados personajes que podrían, si lo quisieran y si realmente México les importará reconstruir la línea de continuidad entre la violencia política del 10 de junio de 1971 y la del este junio del 2020. Menciono y solo a guía de ejemplo algunos nombres: Manuel Bartlett; Marcelo Ebrard; el propio titular del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador; Alejandro Encinas.

En la disputa por la agenda pública la pandemia del covid-19 se desdibujo y engarzada con la dominancia del tema de la violencia política se empieza a proyectar la contienda electoral 2021.

Es la BOA se escucha en las galerías.

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