Masiosare agencia de noticias

- Foto: Especial

El Camino de la Vida: Política, Guerra y Democracia

Breve Glosario de Terminología Política Ambigua y Eufemística, se propone abordar diversos términos políticos que se utilizan comúnmente y que no significan necesariamente lo que aluden

Por: J. Enrique Álvarez Alcántara, Visitas: 614

Compartir la nota por:

Presentación. Debido a un espacio de no escritura mientras transitaba por la quinta ola del Covid-19, ahora mismo, una vez superada casi insensiblemente esta fase, me dispongo a presentar a ustedes, amables lectores y editor de este medio, el Glosario prometido.

Debo precisar brevemente lo siguiente: no es, como el título de esta serie de colaboraciones lo señala, un diccionario, puesto que no mostrará definiciones que imponen restricciones semióticas a cada uno de los términos y conceptos que contendrán las sucesivas entregas. Es, sensu strictum, un conjunto de glosas que representan mis ideas, pensamientos y concepciones sobre cada uno de los sustantivos que aparecerán progresivamente; de allí que eligiera el concepto de Glosario.

Los conceptos y términos que se irán presentando no aparecerán en orden alfabético, sino que se expondrán conforme los vaya analizando y, posteriormente, una vez concluida la serie de colaboraciones con esta temática serán ordenados con fines de publicación como un único texto.

Demos pues comienzo a este Glosario.

Política. Este término ha ocupado su lugar en el léxico desde las culturas griega y romana, pero no únicamente en ellas; las tradiciones egipcia, china o hindú han dado su espacio a ésta.

La política es prácticamente inherente a la existencia en sociedad, se puede observar desde los orígenes mismos de los Estados/nación y se relaciona estrechamente con la economía, la historia y el derecho.

La política es la herramienta social que permite el ejercicio del poder mediante las formas de gobierno.

A través de la historia, como disciplina del conocimiento, y surgiendo como tal con la invención de la escritura, la historia política e historia de la política tratan de los procesos de movimiento y transición de las sociedades a lo largo de su devenir.

Política, gobierno y guerras son una tríada inseparable a lo largo de la historia de las sociedades y, al decir del teórico militar prusiano Karl Von Clausewitz, estas últimas son la expresión de la política, por otras vías y por otros medios, para someter a su voluntad a los adversarios e imponer formas de gobierno, relaciones económicas o territoriales y formas de dominio/subordinación en espacios geográficos de poder de influencia.

En muchos sentidos, el término de política, por asociarse contemporáneamente con la corrupción, la impunidad, la deslealtad y la primacía de los intereses personales e individuales sobre los colectivos, ha adquirido una representación colectiva o social sumamente despreciable; quienes se dedican a la política son considerados oportunistas, corruptos e impresentables ética y moralmente. De esta manera se llega a afirmar desacertadamente que es necesario “no politizar” eventos de carácter jurídico, laboral, sociocultural, o de diversos movimientos sociales que se piensa, según estos referentes, deberán quedar al margen de la política porque pudieran perder legitimidad. Ello, como es comprensible, es un sinsentido ideológico que debe desenmascararse como otra forma de hacer política que pudiéramos denominar “la política de la despolitización de la política”.

Pese a ello, la política trasciende indubitablemente estas representaciones y tiene su valor en tanto que hasta ahora la existencia de las sociedades, los Estados y las naciones, con sus diferentes formas de gobierno, de una u otra manera, tratan de asegurar la estabilidad económica y social, la seguridad social —se exprese individual o colectivamente— y, desde luego, la gobernabilidad; sin el ejercicio de la política ello sería imposible.

Los Estados/nación tratan mediante el ejercicio de la política, el derecho, la economía y las estructuras militares y policiales, propiciar las condiciones favorables para asegurar la estabilidad económica y social, la seguridad social y, desde luego, la gobernabilidad.

Dentro de los supuestos de esta naturaleza se expresan las confrontaciones políticas e ideológicas mediante las cuales son disputadas las formas de acceder a las estructuras de gobierno y el ejercicio del poder político.

Debemos asumir que tanto la historia como la política, por ser parte de la existencia social, sufren cambios y transformaciones a lo largo del tiempo, pero no debidas al paso de éste. No existe, por ende, una única política o una sola historia política; por estar sujeta a los conflictos y dinámica social la política ha sufrido una serie de cambios y transformaciones que responden a las nuevas o emergentes necesidades sociales de carácter político, económico, jurídico o socioculturales.

Guerra. Este término es quizás uno de los que más resuena en nuestra memoria y su referente semántico nos ha acompañado desde tiempos inmemoriales. Recordemos tan sólo términos compuestos tales como “Guerras precolombinas”, “Guerras de conquista”, “Guerras de independencia”, “Guerras revolucionarias”, “Guerras de Guerrillas”, “Guerras imperiales”, “Guerras civiles”, “Guerras mundiales”, “Guerras económicas”, “Guerras jurídicas o Lawfare”, etcétera; hagamos un recuento y podremos comprender que a pesar de que el concepto de “Guerra” incluye a todas las que pudiésemos imaginar o conocer, hay —o se piensa que hay— “Guerras legítimas”, “Guerras ilegítimas”, “Guerras justas”, “Guerras injustas”, etcétera, qué sé yo…

Fenomenológicamente hablando podemos considerar que tras el sustantivo “Guerra” se asocian otro conjunto de términos y conceptos, a manera de una red semántica, que contiene cargas no sólo de carácter cognoscitivo, sino esencialmente de naturaleza afectiva/emocional y deontológica en su sentido ético y moral. Dolor —físico y psicológico—, muerte, pérdidas —físicas, materiales, económicas o psicológicas—, destrucción, sufrimiento, ansiedad, angustia, desesperanza o sentimientos de indefensión, migración, etcétera.

Además de considerar estas cuestiones es imprescindible tomar en cuenta que la “Guerra”, más allá de las declaraciones que casi siempre aparecen condenándola y declarándola despreciable o execrable, se realiza y, con fines mediáticos como parte de la estrategia y tácticas de la propia guerra, se le cambia de nombre con el afán de limar los significados que la hacen abominable. De esta manera aparecen eufemismos tales como “Operaciones de limpieza”, “Intervenciones humanitarias”, “Acciones contra el terrorismo”, qué sé yo…

A pesar de los pesares vistos considero necesario decir tautológicamente que “la guerra es la guerra” y que, habiéndonos acompañado desde eras prehistóricas, aún no hemos podido deshacer el “Nudo Gordiano” que permita superar la necesidad de éstas.

El teórico militar prusiano Karl Von Clausewitz expresa muy clara y nítidamente:

La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios. Lo que queda aún de peculiar a la guerra se refiere solamente al carácter peculiar de los medios que utiliza. El arte de la guerra en general y el jefe en cada caso particular pueden exigir que las tendencias y los planes políticos no sean incompatibles con estos medios y esta no es insignificante, pero por más que reaccione poderosamente en casos particulares sobre los designios políticos, debe considerársela siempre solo como una modificación de los mismos: el propósito político es el objetivo, mientras que la guerra es el medio, y el medio no puede ser nunca considerado separadamente del objetivo.

Y, en su texto, De la Guerra, remata contundentemente:

La guerra no es otra cosa que un duelo en una escala más amplia. Si concibiéramos a un mismo tiempo los innumerables duelos aislados que la forman, podríamos representárnosla bajo la forma de dos luchadores, cada uno de los cuales trata de imponer al otro su voluntad por medio de la fuerza física; su propósito inmediato es derribar al adversario y privarlo de toda resistencia. La guerra es, en consecuencia, un acto de violencia para imponer nuestra voluntad al adversario.

Ahora bien, las “Guerras” no se producen en realidad porque la voluntad de unos cuantos seres humanos, con la capacidad de poder decidir si se entra o no en un conflicto bélico, determinan su realización. No es un asunto de locos, enfermos mentales, psicópatas, sociópatas o personas reales y concretas que, como individuos, determinan iniciar, mantener o terminar un conflicto armado.

Es imprescindible considerar que hay un conjunto de condiciones sociales —léase político/económicas— que hacen posible el desenlace de carácter militar o bélico de conflictos que políticamente —por medio de las herramientas de la acción política no militar—no pudieron “resolverse” o “conciliarse”.

También debemos hacer explícito el hecho de que la guerra tampoco se reduce a su fase militar; las acciones de naturaleza mediática, económica, política, jurídica o psicológica forman parte de una estrategia de guerra que, según sus etapas o momentos, condiciones, lugares y recursos, se deciden y se instrumentan.

De esta manera, las “Guerras” no tienen una explicación psicológica —pese a contener elementos de esta naturaleza— y sí, es un fenómeno social que obedece a la dinámica social que trasciende a los individuos que participan en ellas.

Democracia. Desde el último cuarto del siglo XX este término fue objeto de reflexiones, análisis y confrontaciones entre diversos sectores que propugnaron la transformación de las condiciones materiales de existencia en diferentes naciones del orbe; bástenos recordar los grandes desencuentros entre quienes se proponían dicha transformación mediante las vías “revolucionarias” —léase político/militares, como las que diseñaron e instrumentaron los Movimientos Armados y Guerrilleros— y quienes oponiéndose a éstas promovían la vía “democrática” —léase electoral y sustentada en las normas y regulaciones vigentes en la escala internacional—. El triunfo de la Revolución Cubana puso en el tablero de la lucha la legitimidad y posibilidad de utilizar exitosamente la vía revolucionaria, político/militar y guerrillera como antagónica a las rutas electorales.

Al calor de tales dinámicas llegamos al hecho incontrovertible de que, exceptuando la Revolución Sandinista, en Nicaragua, ningún otro movimiento armado hubo tenido éxito; otros movimientos guerrilleros se vieron obligados —al fragor de una guerra interminable que dejaba muchos muchos muertos, heridos, huérfanos, viudas y dolor inenarrable— a sentarse a negociar con la contraparte y acordar la deposición de las armas y la inserción en los procesos electorales como reconstituidos como Partidos Políticos dentro de la legalidad.

Así concluyó el siglo XX y así se expresó en algunas naciones de América Latina, de Europa o África; Medio oriente ocupa otra dimensión de análisis.

En este trayecto, para el caso de nuestro México y de algunas naciones latinoamericanas o europeas, el historiador Enrique Krauze publicó una serie de ensayos, distribuidos en varios volúmenes, cuyo título fue, en su cuarto volumen, Por una democracia sin adjetivos. Este ensayo, bajo la égida del “realismo político”, y realizando una historiografía desde la Conquista de Mesoamérica conduce tendencialmente a la conclusión de una premisa esencial: la historia de México —pero no únicamente— tiene una deuda con los mexicanos, la ausencia de la democracia y, además, no se ve solución a los grandes agravios que en la memoria de los mexicanos estaban muy vivos y gozando de cabal salud.

Ahora bien, la noción de “Democracia”, así, sin adjetivos, que ha pretendido ser impuesta como referente intencional de la dinámica sociopolítica en diversas naciones de varios continentes, se ha topado con la presencia, aún vigente, de una “Democracia” con adjetivos, de este modo se refieren una “Democracia liberal”, definida como:

“Aquélla que, en profundidad, en todos sus componentes, preserva las libertades individuales y cívicas de nuestros conciudadanos (…) pero nunca olvidando la responsabilidad de los mismos conciudadanos.

Aquí queda perfectamente claro que la libertad y los derechos, en esta idea de “democracia liberal” queda condicionada a la “responsabilidad” de los ciudadanos; si no hay libertad y derechos es debido a la irresponsabilidad ciudadana —el Estado dixit—.

Por otro lado, la noción de “Democracia popular”, que se presenta contrapuesta a la de “Democracia”, así, sin adjetivos, y a la de “Democracia liberal” refiere a los pueblos y comunidades como el sujeto activo de ejercer un poder, como un “poder popular” que el Estado debe preservar y asegurar para que los derechos y la libertad queden en manos del pueblo —léase, comunidades, pueblos y ciudadanía— trascendiendo la noción vaga de “Sociedad civil”.

Como se aprecia, el término “Democracia” no es neutro ideológicamente y merece ser tratado con sus adjetivos. 

Lo último

También podría interesarte

Política

Covid-19: Montan hospital móvil para que Cuauhtémoc Blanco grabe un spot

El nosocomio fue armado en el Estadio Centenario sólo para la grabación; dice la Secretaría de Salud que fue “un simulacro”; el promocional lanzado en redes sociales estaría violando la Constitución federal, en cuanto a propaganda de gobernantes

Política

Morelos: Pacientes de Covid-19 firman su consentimiento para morir

En el protocolo para ingreso de pacientes al Hospital Parres, se establece que todos los casos deben firmar una hoja en la que están de acuerdo en no ser resucitados en caso de accidente cardiopulmonar; es un documento oficial de la Secretaría de Salud

Política

Covid-19, castigo por aborto, eutanacia y niños trans: Obispo

Dios nos está gritando a través de la pandemia para que hagamos un alto y reflexionemos, por jugar a ser Dios; en España, prefirieron la marcha del 8 de marzo a prevenir el coronavirus: “Ándale chiquito, para que se te quite”, afirma

Política

Atacan terminal de autobuses; hay cinco muertos

Según los primeros reportes, las víctimas esperaban abordar un autobús; se trata de jóvenes de entre 25 y 30 años; la central camionera se ubica en Las Palmas, al sur del centro de Cuernavaca