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En mi memoria el 16 de julio tiene un significado muy importante. En el calendario cristiano ese día se recuerda a la Virgen del Monte Carmelo o la Virgen del Carmen. Esa advocación de María es la patrona de Alta Vista. Cada año, desde que tengo memoria ese día significa música, fuegos artificiales, castillo, toritos, juegos mecánicos, brinco, baile, pan, olores dulzones, luces…

De todo ello lo que más me gusta, lo que más le da su halo de fiesta son los chinelos, que paradójicamente en Alta Vista son pocos, siempre hemos sido pocos quienes nos disfrazamos y danzamos. “Los chinelos” en Alta Vista significan la banda de viento, unas cuantas personas disfrazadas, muchas otras sin disfraz y los grupos de chavos que se organizaron para elaborar las mojigangas, los grandes muñecos o figuras con esqueleto de caña de maíz y piel de cartón, con alma joven.

Por alguna razón, en el poniente de Cuernavaca se recuperó la fiesta a la africana. Elaborar el traje de chinelo es caro y en general es un proceso individual o familiar por cooperación. No se fabrican trajes ahí, aunque personalmente a mí me ha tocado hacer varios desde que iba a la secundaria, hasta que tuve suficiente dinero para comprar uno. En cambio, la fabricación, la creación de las mojigangas es un proceso colectivo. Chavas y chavos de Alta Vista las han fabricado desde hace unos 30 años.

Al principio eran bastante modestas. Poco a poco se han ido complejizando. Al inicio eran réplicas de chinelos, pero luego se tomaron personajes de moda. En 2002, el personaje que apareció fue Osama Bin Laden. Recuerdo que Inti tenía casi dos años y ya balbuceaba. Desde el principio prefirió las mojigangas que los chinelos, a contracorriente de su padre. Señalaba el muñeco que se burlaba del líder intelectual que había provocado los ataques de las torres gemelas en Nueva York en 2001.

Con excepción de los años en que la fiesta fue tomada por la violencia irracional del capitalismo del narcotráfico, la Feria de Alta Vista fue una fiesta de retrivalización, de reencuentro con los pares. Nos encontramos los viejos amigos y amigas. De mirarnos como comunidad. Con sus cosas, obviamente, con sus momentos de violencia, de enfrentamiento entre las pandillas juveniles locales.

Justamente estas broncas entre chavos se acrecentaban al momento en que, después del famoso castillo de fuegos pirotécnicos, comenzaban los toritos. Los chavos, ya borrachos, terminaban olvidándose del toro para iniciar la bronca. En algún momento, hace unos 10 años, tal vez más, la comunidad decidió que, para evitar los trancazos, serían las mujeres las que llevarían los toritos.

Así comenzó una tradición que permanece. Dilheri, por cierto, a muy corta edad, fue una de las pioneras. Le ha tocado casi cada año llevar a cuestas el torito mientras le explota en la espalda el montón de buscapiés, haciendo que los chavos corran, toreen, bailen.

En fin, que la fiesta es un ritual anual que nos permite muchas cosas. Algunas personas regresamos cada año al barrio a recorrer las calles brincando con los chinelos y las mojigangas. Algunos desde otros lugares del estado, pero otros más desde Estados Unidos, a donde migraron hace algunos años. Este año, la fiesta ya comenzó, seguirá este viernes y mañana incluirá la respectiva misa formal y todo, y terminará el domingo. Si puede, dese una vuelta al brinco, a los juegos, a los puestos a comer comida chatarra, en fin. ¡Yo sí voy!

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