Una extraña enemiga: Cuidar al profesorado
En la actualidad, los sindicatos son actores clave para concretar la agenda de cuidados entre sus agremiados(as)
Por: Adriana Figueroa Muñoz Ledo, Visitas: 9782
Históricamente, los sindicatos se han configurado mayoritariamente como estructuras patriarcales, sin embargo, hoy enfrentan un desafío que pone en jaque ese marco: ir más allá de la confrontación laboral “clásica” para asumir la responsabilidad de velar por los cuidados. En una sociedad que empieza a reconocer que el bienestar colectivo depende de reorganizar el tiempo, la atención y la corresponsabilidad, los sindicatos deben revisar sus propias prácticas y prioridades.
La profesión docente es clave para los sistemas de cuidados: el profesorado acompaña procesos formativos, emocionales y comunitarios que, aunque no siempre formen parte de la definición técnica de la enseñanza-aprendizaje, están ahí. Pese a ello, se espera que cumplan con todas esas tareas con plantillas ajustadas, escaso reconocimiento institucional y una estructura burocrática que trata a las escuelas como meros espacios de formación (en ocasiones, de “adiestramiento”). Pero si hablamos de cuidados, debemos hablar también de quién cuida a quienes cuidan.
Aquí es donde los sindicatos de profesores(as) juegan un importante rol. Ya no basta con exigir mejores salarios, también deben impulsar un debate más amplio que conecte las necesidades laborales de sus agremiados(as) con la agenda pública del cuidado. Eso implica negociar tiempos de trabajo compatibles con la vida personal, personal suficiente para evitar la sobrecarga, formación emocional y comunitaria, y participación real en la toma de decisiones escolares. En otras palabras: condiciones laborales que reconozcan que educar es un trabajo afectivo y relacional, y no solo una actividad técnica y repetitiva.
Los sindicatos pueden y deben convertirse en actores políticos capaces de proponer un escenario distinto para el entorno escolar: una escuela que cuide y sea cuidada, que no reproduzca desigualdades ni agote a sus docentes. La tarea no es sencilla: se requiere reforzar la capacidad de diálogo con familias, administraciones y movimientos sociales que manejan la agenda de cuidados, articulando alianzas que permitan situar la educación –y en especial, la educación pública– en el centro del pacto social.
Si queremos una sociedad que valore el bienestar y la corresponsabilidad, necesitamos un profesorado protegido, escuchado y reconocido. Para lograrlo, los sindicatos de docentes requieren liderar una profunda transformación cultural. Porque no habrá sociedad del cuidado sin una escuela que cuide; y no habrá escuela que cuide sin condiciones dignas para quienes la sostienen.
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